Pocos podrán ocultar que Cartagena vive una etapa de desesperanza. La administración distrital desconcierta y con sus actos titubeantes unos, improvisados otros y desafiantes algunos, siembra poco para generar percepciones de buen gobierno y de contar con un equipo con las miras puestas en el bien común.
Los días se suceden y pronto estaremos en los ajetreos de buscar nuevos administradores. Así tachemos de prematuras las preocupaciones por el escogimiento de un excelente alcalde para el próximo cuatrienio, querámoslo o no, 2016 se acerca. Y por ese argumento repetido elección tras elección, a última hora la ciudad suele verse compelida a escoger entre candidatos que no colman las aspiraciones ciudadanas y que suelen repetir letanías de promesas que sólo cumplen la función de señuelos para captar la simpatía de electores cándidos.
Hoy, estamos apenas en tiempo para que la sociedad cartagenera toda empiece a programar la selección de sus administradores para el año 2016. Es triste constatar que para muchos cartageneros despierta mayor interés el seguimiento a la conformación y preparación de un equipo deportivo que participe en justas internacionales, como el fútbol, que la identificación de metas fundamentales para Cartagena, la determinación de medios para lograrlas y la búsqueda del grupo humano honesto y cívico, capaz de alcanzar esas metas.
Las carencias nos agobian, pero a la hora de votar no nos preguntamos con seriedad por soluciones ni por quién puede liderar las instancias y entidades para alcanzarlas. Nos engolosinamos, por pequeñas relaciones parroquiales, con este o aquél candidato a alcalde o a concejal, y luego encaramos, como en estos momentos, un Concejo distrital sin brillo y un alcalde errático, rodeado de una tropilla, heterogénea y en su mayor parte deslucida, colocada en determinados sitios, no tanto por su idoneidad y hoja de vida sin tachaduras, sino por conveniencias de quienes fueron factores decisivos en la contienda electoral.
Si desde ahora se mueven ideas, se arma un verdadero programa ciudadano que constituya una imposición de la voluntad popular al gobernante de turno, y si, también desde ahora, se comienza a examinar nombres de primer orden para alcalde y concejales, podremos entonces sí pensar en una Cartagena progresista, cívica y de buen futuro.
Para ello se necesita que los aspirantes a alcaldes y quienes sienten tentaciones por el Concejo, salgan a la palestra de una vez y movilicen ideas. Los candidatos agazapados en la nómina pública, moviendo cordeles del presupuesto y de la burocracia para construir respaldos electorales, son lo contrario de lo que la buena marcha de Cartagena necesita.
Los futuros candidatos debieran ser los primeros veedores del manejo distrital y contumaces expositores de sus puntos de vista sobre tan importantes tópicos como central de abastos, mercados sectoriales, nuevas vías, el estado y perspectivas de los servicios públicos, el contrato con Acuacar, la suerte de Edurbe, la planeación acertada del crecimiento de la ciudad y tantos otros.
De los partidos políticos poco puede esperarse; en lo local quedaron reducidos a membretes para el aprovechamiento de empresarios del saqueo burocrático y presupuestal. Ya hemos visto y padecido que las organizaciones políticas reparten avales sin control de calidad y sin preocupación por la ciudad.
Abogado – Docente de la Universidad del Sinú Cartagena
h.hernandez@hernandezypereira.com
Columna
Pensar en el futuro próximo
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