Los Cabildos Populares del Bicentenario invitan a un balance colectivo del impacto de 200 años de vida libre sobre los y las cartageneras. Heredan de los cabildos independentistas el interés en la libertad y prosperidad, pero más que una rememoración celebratoria proponen una revisión crítica del pasado y una apuesta hacia el futuro que construyamos entre todos.
Su título alude a la reflexión urgente sobre el papel de cada uno en hacer ciudad, y responde a la necesidad de formular juicios conjuntos sobre los avances y tareas pendientes, y el proyecto de ciudad que forjamos en la práctica cotidiana. Pensar es evaluar. También imaginar y compartir estrategias para transformar nuestras realidades. Actuar.
Es también un acto de amor. Reconocí en los estudiantes, gestores comunitarios, profesionales, padres y madres de familia que asistieron al primero de los cabildos, el pasado 14 de abril en la Institución Nuestra Señora del Carmen, el mismo amor conflictivo que le profeso a Cartagena. Sé que es mi ciudad porque me duele, me indigna, me provoca hacerla diferente. En una cultura del desencanto, exhaustos nuestros recursos y fe por el abuso privado de lo público, 100 personas hablando de cómo mejorar la ciudad es evento digno de notar. Los temas: ser ciudadanos, nuestra cultura política y nuestra participación en la defensa de lo público.
Como era de esperarse, nos quejamos de nuestra cultura electoral, de nuestra incapacidad para juzgar antes de elegir y de hacer responsables a los servidores públicos de la tarea que su nombre indica: servir al pueblo.
Nuestra cultura electoral es, sin duda, autodestructiva. Pero la prontitud con la que nos denominamos pésimos ciudadanos, me resultó sospechosa. Otro de esos prejuicios inducidos para el autodesprecio del abusado, responsable del golpe que otro le da. Costumbre de acusar al más débil de lo que todos sufrimos; de culpar al ignorante que no sabe cómo practicar su derecho y deber de votar, mientras toleramos al ladrón de cuello blanco que no solo vive del voto ajeno sino que acapara los recursos que todos aportamos. Recursos que deberían estar financiando una educación decente y garantizando la igualdad de oportunidades sin la que nunca seremos iguales en derechos.
Quedó claro que no se trata sólo de elegir bien o mal. Actuamos nuestra ciudadanía todos los días, en cada sendero por el que andamos, con cada esfuerzo hecho por cumplir con nuestro oficio, cada persona a la que le damos los buenos días, cada papel que tiramos al piso, cada abuso que efectuamos, cada pregunta que nos callamos y cada recurso que malgastamos.
Nos falta mucho, eso sí, para convertirnos en ciudadanos activos: hacer de la queja propuesta y de la denuncia acción; y educarnos los unos a los otros, aplaudiendo las buenas prácticas y actitudes, y rechazando a los que devengan de lo públicorecursos, entidades, espacios, que nos pertenecen a todos y hay que defender como propios. El comienzo: participar.
El próximo cabildo discutirá las condiciones de formación y participación de niños, niñas y jóvenes en la Cartagena que somos, y en la que seremos. Vendrán otros, sobre diversidad, cultura, modelos de desarrollo, convivencia. ¿El propósito? mejor ciudad para el próximo centenario.
Más información y las actas de los cabildos en www.ipcc.gov.co
*Profesora e investigadora
nadia.celis@gmail.com
Comentarios ()