Columna


Pero la fe permanece

MARTHA AMOR OLAYA

28 de mayo de 2012 12:00 AM

MARTHA AMOR OLAYA

28 de mayo de 2012 12:00 AM

La sangre me hierve y no es por este calor que está que nos mata cocinándonos lentamente.  No es el calor sino las miles de historias que hacen parte de la cotidianidad colombiana.
Allí está Romeo Langlois en la selva, luego de lo que creímos era la promesa de no más secuestros. La primera brizna del camino hacia la paz vuela en sentido contrario. Romeo en la selva, y los periodistas nos ocupamos de los secretos de cama de una prostituta, antes de exigir la liberación inmediata del colega.  Como si no nos tocara, como si no fuera una afrenta a nuestro oficio, a la libertad en todo el esplendor de su significado.
Luego fue Mancuso, a quien abrimos micrófonos para su show y permitimos que profundizara la polarización del país. Este país que no resiste un odio más.  Dejamos que se sentara en la palabra un hombre a quien no le tembló la mano para matar, ni hoy la voz para reconocer sus crímenes. A él, para que Uribe siguiera dando trinos de enfado, revolviendo discursos y confundiéndonos más respecto a lo que fue o debió ser la desmovilización de paramilitares. No es un criminal extraditado ni un expresidente ansioso quienes nos contarán la verdad, deberíamos saberlo.
El orgullo que nos despertaron los goles de Falcao no duró mucho. Pronto entristecimos con el atentado a Fernando Londoño.  Podemos no estar de acuerdo con el exministro, pero jamás querríamos que acallaran sus ideas, porque precisamente de eso trata la libertad que reclamamos con Langlois. Las imágenes del hecho parecían el hallazgo de una fotografía indeseable que nos atrapaba en el tiempo y nos revivía el dolor, el temor y la sangre que tratamos de borrar de la memoria aunque sea naturalmente imposible.  La discusión se centra en si fue la extrema derecha o la izquierda, que si el huevito de la seguridad se rompió, cuando debería la razón centrarse y dejarse de ideologías estériles y macabras.
Pensando que el corazón no aguantaría una más, la fiscalía detiene a Sigifredo López, exsecuestrado de las Farc, que pasó en un pestañear de víctima a victimario. 
Para quienes vieron sospechoso el hecho de haber sido el único sobreviviente de la masacre de sus 11 pares, no fue tal la sorpresa y decepción como para quienes escogimos quedarnos con la imagen de un hombre acabado por la selva e inocultablemente conmovido en el reencuentro con sus hijos.  De igual forma duele, sea porque parimos  un monstruo capaz de auto-secuestrarse y matar los sueños de sus más cercanos o porque nuestra justicia haya tenido una nueva imprecisión que destruye de manera inútil nuestra capacidad de asombro y los corazones de las familias afectadas.  Sólo esperamos la sabiduría de aquella mujer que, con sus ojos vendados y balanza en mano, sacie nuestra sed de verdad.
Como corolario se destapan y fallan más casos de corrupción que ponen fin a la confianza inocente que alguna vez depositamos en las personas que elegimos representaran nuestros intereses ciudadanos. Como diciéndonos ¡estúpidos! por tener fe, a quiénes les respondo, ¡estúpidos! si creen que la perdería. Porque la fe permanece aun cuando ya no queden razones.

* Comunicadora Social-Periodista

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