Columna


Perseverancia en la fe

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

14 de noviembre de 2010 12:00 AM

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

14 de noviembre de 2010 12:00 AM

Nos preparamos para la gran fiesta de Jesucristo, Rey del Universo. La mayor esperanza del cristiano es que Jesús sea el gobernante de todas las naciones para que sean ordenadas plenamente en el bien, el amor, la justicia y la paz. Dice el Salmo: “El Señor regirá el orbe con justicia y los pueblos con rectitud”*. El gobierno de Jesucristo, además de la calidad del gobernante, requiere de una diferencia clave por parte de los gobernados y es que, libremente, acepten sus leyes de amor y las tengan escritas en sus mentes, corazones y se reflejen en sus acciones. El evangelio nos invita a no tener pánico frente a situaciones difíciles, como los enfrentamientos entre pueblos y naciones, las guerras, los desastres naturales, los terremotos, las epidemias y el hambre. También nos alerta por las persecuciones que pueden originarse como consecuencia de seguir a Jesucristo, lo que nos ofrece la oportunidad para dar testimonio de fe, como los cristianos que nos han precedido en toda la historia de la cristiandad. Ante tanto mal, se nos puede presentar la tentación de alejarnos de Dios y precisamente allí es donde Jesucristo nos recuerda lo esencial que es la vivencia permanente en la fe, para aprovechar todas las circunstancias de la vida para crecer espiritualmente: “Con vuestra perseverancia salvaréis las almas”*. San Pablo nos recuerda la importancia del trabajo. Ante tantas cosas que hay que hacer para que las condiciones de este mundo mejoren para las personas, no podemos quedarnos de brazos cruzados nada más pensando en lo espiritual, sino que es con el trabajo activo, el compromiso, el involucramiento en las soluciones con espíritu cristiano, que estamos participando con Dios en la transformación del mundo. Dice incluso: “el que no trabaja que no coma”*. La historia nos ha mostrado una y mil veces los resultados que vienen como consecuencia de actuar libremente de manera coherente con las leyes divinas, produciendo frutos positivos para la persona, las familias, las comunidades, las empresas y las naciones. Por el contrario, siempre que se violan esas leyes, empezando por no poner a Dios en primer lugar, se van deteriorando las personas y sus relaciones familiares, comunitarias y entre los pueblos. Hoy en día es muy raro el rincón del mundo en donde no hayan oído hablar de Jesús, y ahora más, con los sistemas modernos de intercomunicación. En navidad, así sea por el negocio de las ventas, casi todas las personas se enteran de esa gran celebración. De todas maneras quienes hemos recibido la fe, podríamos enriquecerla y dar testimonio para que Jesús sea mejor conocido por todos. Con mucha esperanza, perseverando en la fe y trabajando por el reino, nos llena de confianza la promesa que hace Dios por medio del profeta Malaquías: “A los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas”*. María Santísima, la primera en aceptar el plan de salvación al engendrar, cobijar y acompañar a Jesús, en los momentos de gozo, de gloria, de luz y de dolor, nos enseñe a estar disponibles para responder positivamente a la voluntad de Dios, para que opere en nosotros su plan de hacernos participar también en su plenitud. *Sal 97, 5-6, 7-9; Lc 21, 5-19; Mal 3, 19-20 judithdepaniza@yahoo.com

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