Hace poco fue asesinado un agente de la Policía en una fiesta de picó. Una causa, me parece, reside en que las autoridades no hacen cumplir la ley rigurosamente y a tiempo. Bien hacía la Policía en tratar de controlar el desafuero esa noche, pero la verdad hay que buscarla en que tanto Policía como alcaldes han sido tolerantes y dejaron crecer el problema.
Nadie entiende que una de las primeras acciones del señor alcalde, Campo Elías Teherán, hubiera sido justamente recibir a los picoteros para negociar con ellos algo que no es negociable, la tranquilidad pública, para acto seguido desmontar las políticas de control de ruidos y de picós que implementaba su antecesora con la autoridad y pedagogía necesarias.
Se acabó de un picotazo con una vida y con una importante gestión que había disminuido mucho la tropelía de los picós. El Alcalde, por el contrario, cediendo a las exigencias de los picoteros, derogó el horario anterior y lo extendió hasta las 3:00 de la madrugada, hora que tampoco se cumple como lo sabe cualquier vecino que desee descansar el fin de semana, pues el estruendo descomunal de los equipos puede comenzar la noche del viernes y terminar en la madrugada del lunes sin interrupción alguna.
Dio pie, entonces, el señor alcalde para que los picoteros se envalentonen. El desmadre es mayúsculo, ahí están los hechos, porque a la gente portadora del virus del ruido les importa un bledo la tranquilidad de los barrios o inclusive la vida humana.
Después del asesinato del policía, y de la indignación ciudadanía, el Alcalde decretó a las volandas la suspensión de los bailes de picós por los próximos dos meses. “Hasta que baje el Espíritu Santo al Consejo de Gobierno y se tomen las medidas definitivas” Según el Abate Raynal. Ojalá pues no queden las cosas en simple retórica oficial, muertas en el papel de los decretos.
Pero le cuento, señor alcalde, que el siguiente fin de semana el ruido en los barrios siguió igualitico. Observé qué tanto acataban los picoteros y demás heraldos del ruido sus decisiones, y lamento decir que se las pasaron por la faja. Recorrí zonas de Torices, Canapote y márgenes de la Laguna del Cabrero hasta el Caño Juan de Angola. La experiencia fue reveladora: las declaraciones oficiales y la prohibición parece que hubieran exacerbado las malas costumbres. El ruido llegaba a la otra orilla en los desarrollos a lo largo de la Avenida Santander en Marbella y Crespo.
El problema además señor alcalde, no es solo de seguridad como usted ha dicho, sino de salud pública, de tranquilidad, de derecho a no ser perturbado por el ruido de los picós y de los enormes equipos de sonido que los vecinos desconsiderados sacan a la puerta de su casa con el argumento falso de que en su casa pueden hacer lo que quieran, como si el sonido se quedara dentro de la casa agresora que dispara ruido y sonido a dos cuadras a la redonda. Pedagogía y autoridad Señor Alcalde es todo lo que se necesita, no tanto decreto, porque el código de Policía es suficiente para controlar cualquier ordalía que perturbe la tranquilidad de las comunidades. “Voluntad política”, como dicen por ahí.
abateraynal@yahoo.es
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