Coincidencialmente, en este año mi columna aparece el día de los inocentes. Lastimosamente nuestro país no está para las bromas, aunque estas son necesarias porque refrescan el espíritu. Sin embargo muy a pesar de los padecimientos de tantos hermanos colombianos, a pesar de su dolor, hambre y desconsuelo por haberlo perdido todo, es el momento preciso para que nuestro presidente Santos aproveche las circunstancias terribles y construya una Colombia “nueva”.
Reestructurar, reubicar, planificar y llevar a cabo lo que en estos momentos necesitan los desplazados, campesinos, damnificados, indigentes y desempleados serán anotaciones a su favor que lo pondrán a la cabeza de muchos de los gobernantes que han pasado por ese cargo, dejando al país vuelto “chicucas”.
Las guerras que ha vivido el mundo han dejado destrucción y después llegó el progreso. La destrucción de poblaciones enteras en nuestro país ha dejado desolación, después debe venir el progreso.
Cuando escucho las frases: feliz navidad y próspero año nuevo, siento un vacío grande y hago un rictus por este sofisma de distracción.
El afán por acortar el tiempo cronológico y que se acabe el año, porque nos deja todo muerto (hasta el espíritu), en vez de ser regocijo para el alma y el bolsillo, se convierte en enero en una eterna pesadilla, poniendo en jaque a todas las personas de “contabilidad al día”, porque a pesar de trabajar, trabajar y trabajar, los impuestos se lo devoran todo.
¿Resignación? Bien podríamos resignarnos si todos los dineros recaudados por impuestos tuvieran un final feliz en pro de la salud, vivienda, educación y mejoras locativas para las ciudades. Aunque desde hace mucho me resigné, jamás estaré de acuerdo con la rifa de nuestros dineros, engordando los bolsillos de algunos de quienes nos gobiernan.
Para esta época, amaso y amaso panes para ganarme un dinero y poder cumplir con el catastro en enero y acogerme al descuento. Por mi frente chorrean gotas gruesas de sudor, y entre pausa y pausa pienso en voz alta: “tanto trabajar para que unos bandidos se repartan mi plata en un dos por tres”. Entonces, no sé si reír o llorar o mandar todo al chorizo, pero sumisa, cual cordero a punto de ser degollado, sigo amasando y cantando para que mi vida no se vuelva amarga y pueda verla con ojos de amor a pesar de las injusticias, las tramoyas, los desmanes y despropósitos de los caballeros de cuello blanco.
Amado Nervo decía: “Y pensar que al final de nuestro rudo camino hemos sido el arquitecto de nuestro propio destino”, hermoso, pero para el caso de este contexto no sé cómo aplicarlo.
El pueblo merece la suerte que tiene, ya que él mismo elige a sus gobernantes. Confiados en que todo va a mejorar, votan por “el menos malo”, según la hoja de vida y a la hora de la verdad, cuando “ellos” ensillan el potro se desbocan con el uso y abuso de su poder. ¿Somos los arquitectos de qué?
Esperemos el 2011. Dentro de tres días lo tendremos a la vista. Ojalá que los noticieros, las ayudas masivas y el despliegue publicitario en beneficio de los damnificados no quede ahogado y sumido en lontananza, porque lo que sí me queda claro es que los colombianos tenemos memoria de chorlito y olvidamos todo.
¡No es inocentada!
*Escritora
licorcione@gmail.com
www.lidiacorcione.blogspot.com
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