Columna


Preguntas no respondidas

ROBERTO BURGOS CANTOR

09 de junio de 2012 12:00 AM

ROBERTO BURGOS CANTOR

09 de junio de 2012 12:00 AM

En una noche donde los whiskys, esos sin horizonte avisado, empujan la reiteración alegre de los tejidos de la amistad, el poeta Santiago Aristizábal me confió algo.
Se había topado con Santiago Mutis y en medio del abrazo le pidió noticias de su padre, Álvaro Mutis.
Desde antes de los años de este siglo frecuentamos la poesía de Mutis, pero habíamos perdido las certezas que arrojaban su irreverencia, la algarabía generosa con la que compartía sus hallazgos literarios, el ancla poderosa que lo amarraba a un fondo insobornable desde el cual contemplaba el deterioro que el mundo producía en los seres hasta arrebatarles cuanto los hizo entrañables.
La noticia que le dieron a Aristizábal Ariza Santiago José decía que la vez anterior que su hijo vio a don Álvaro, en México donde vive, este lo increpó, con alarma: ¡Ustedes qué han hecho con ese país!
Por supuesto se refería a Colombia, el espacio donde están su Coello, sus ríos, la cordillera, los mares, las errancias de Maqroll.
La pregunta de Mutis además de sorprender, permitía varias reflexiones. El poeta de Los trabajos perdidos, desde temprano anunció su convicción monárquica y se declaró súbdito del rey Borbón. Bien visto lejos de tratarse de una decisión que por esos años se podía denominar de reaccionaria o tal vez aristocratizante o excéntrica, tenía algunos sentidos de alcance profundo. Entre estos se pueden mencionar dos. Uno el referido a cierto fastidio o desprecio por la democracia o lo que se viene entendiendo y practicando como tal desde las independencias. Ese sistema de gobierno del cual Borges, con su aparente ropaje de indefensión y su gusto por las travesuras perversas, dijo que constituía un abuso de la estadística o de la aritmética.
Los lectores de El último rostro, el relato de los días finales de Simón Bolívar, pueden comprender las reservas de Mutis a esa forma de gobierno que hasta ahora ha sido insuficiente para contribuir a la formación de sociedades virtuosas y miembros de ella ejemplares por su dedicación a mantener equidad, libertad, justicia y nobles ideales de convivencia.
El dos tiene que ver con una rebelión individual que consiste en el ejercicio voluntarioso de la libertad. Al ponerse Mutis bajo el poder real niega la autoridad del suelo donde le fue forzoso vivir. O sea, es un acto de afirmación de la voluntad humana más allá de las convenciones, de la vulgaridad de los impuestos, de lo falible de la justicia, de la ineptitud de la policía.
Entonces la pregunta de Mutis por un país, que no por un reino, implica un estado de urgencia innegable por algo escandaloso, imposible.
Tuvo Mutis, el viejo, una predilección por López Pumarejo y sus reformas, por Hernando Téllez y su magisterio crítico, por la poesía de revelaciones hondas de Aurelio Arturo, y supo ver en la soberbia insobornable del de Aracataca una transformación del barro en oro.
Estoy seguro que sabe la contestación a lo que preguntó. La consecuencia de los pactos que repartieron chivos para deponer diferencias de pensamientos anacrónicos sobre la sociedad y el gobierno. Y tanto más.
Astuto Gaviero: lo que hacemos con ese país es soportarlo.

*Escritor

rburgosc@etb.net.co

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