Columna


Profundamente humanos

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

15 de enero de 2012 12:00 AM

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

15 de enero de 2012 12:00 AM

Una de las joyas que anima el humanismo cristiano es la afirmación de Pablo VI: “Todo cuanto es profundamente humano…; es profundamente cristiano”.
Invito a tomar la Biblia y detenernos, despacio y en silencio, sobre el texto del juicio final (Mt 25, 31-46). Leyendo bien, veremos que lo que importa, interesa, y Dios tendrá en cuenta en el juicio definitivo de la humanidad, no será la fe, la religiosidad, ni la piedad, sino el comportamiento de cada uno con sus semejantes. Y de manera particular con los que peor lo pasan en la vida: los hambrientos, enfermos, necesitados, desplazados, desheredados y los presos. Los que se portaron así, serán aprobados y bendecidos por el Padre, sin aludir siquiera a creencias religiosas, si eran piadosos y practicantes, o cosas parecidas.
Es determinante en los cuatro evangelios la preocupación de Jesús por calmar el sufrimiento de la gente. Era lo más importante para él. Llama la atención, por su precisión y elocuencia, la curación del criado de un centurión romano (Mt 8, 5-13). Aquel militar, como todos los del Imperio, tenía que jurar fidelidad al emperador, considerado como Dios (“ipse deus”). Este centurión no tenía las mismas creencias que los israelitas, pero sí una conducta ejemplar. Buscó a Jesús para remediar el sufrimiento de un criado. Y por eso, Jesús dijo: “Os aseguro que en ningún israelita he visto tanta fe”. ¿Qué fe tenía aquel militar pagano? Nosotros diríamos: “una fe equivocada”. Y sin embargo, a juicio de Jesús, por más equivocado que uno ande en la fe, si es buena persona de verdad, es más determinante ante Dios que todas las creencias, por ortodoxas que sean. Tener fe en Dios es salir al encuentro del otro hasta reventarnos por él. La fe sin obras es muerta, nos enseña el apóstol Santiago. Otro ejemplo, no menos elocuente es el pasaje del buen “hereje” samaritano (Lc 10, 30-37) a quien Jesús pone de modelo, en contraste con el sacerdote y el levita, modelos de la ortodoxia observante.
No quiero romper la caña cascada, tampoco apagar el pábilo vacilante, pero sí es bueno reconocer que ciertas “creencias religiosas” en el pasado dividieron y enfrentaron.  La fe nos hace creyentes y la esperanza creíbles, pero será la praxis de la solidaridad la que nos haga dignos de crédito. En nuestro mundo sólo el culto sincero al Dios de la vida, la rectitud ética en nuestras acciones y la bondad con misericordia para con todos, pueden romper los fanatismos y enderezar lo torcido. Razón tuvo Juan Pablo II cuando nos decía: "La caridad procede de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y a Dios conoce... porque Dios es amor (1 Jn 4:7-9). Solamente lo que es construido sobre Dios, sobre el amor, es durable".
Termino con una pregunta: ¿se puede asegurar que los pueblos más creyentes y observantes son exactamente los pueblos en los que hay menos corrupción, más honradez en el trabajo, más honestidad al declarar la renta, mayor sentido de la justicia, más generosidad en los patronos y más laboriosidad en los trabajadores? Cada cual revise su conciencia y mire qué responde a esta pregunta.

*Director del Programa de Desarrollo y Paz del Canal del Dique

ramaca41@hotmail.com

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