Columna


Promesas de campaña

ALFONSO MÚNERA CAVADÍA

04 de enero de 2012 12:00 AM

ALFONSO MÚNERA CAVADÍA

04 de enero de 2012 12:00 AM

Como en todas las posesiones de las autoridades locales, no hay ocasión en la que los nuevos gobernantes no se refieran al cumplimiento de las promesas contraídas con las gentes del pueblo. Y entre las tantas ofertas de campaña, suelen quedar visibles las relativas a la salud, la vivienda, la educación y el empleo.
Todos los cartageneros pobres saben, por experiencia propia, la pesadilla que significa enfermarse. Las terribles dificultades para acceder al servicio médico, para conseguir la medicina adecuada o para obtener un ingreso y una atención decente en un hospital. Lo mismo que es ya de la sabiduría popular que mucha gente se muere no porque su condición lo hacía inevitable, sino porque los dejan morir por falta de atención, a veces, básica.
En materia de vivienda, por razones que tienen que ver con una de las partes más desalmadas del capitalismo, como es la especulación con la tierra urbana, los pobres no tienen donde vivir. O, peor, se les obliga a asentarse en los peores terrenos, la mayor parte de ellos inundables. El déficit de vivienda es enorme. Uno de los más grandes del país, en términos relativos, y nada pasa.
En educación, sabido es que la alcaldesa anterior cifró buena parte de sus esfuerzos en mejorar la calidad. Sin embargo, en términos absolutos seguimos teniendo uno de los peores comportamientos, comparado con las otras ciudades importantes, tales como Bogotá, Medellín o Cali. El problema de la calidad de la educación está muy unido a la miseria de una gran parte de la población cartagenera.
El desempleo y el empleo informal gobiernan la vida de la mayoría de los cartageneros, sin que sepamos cómo superar este drama.
En campaña, los políticos hablan y hablan, y todo parece tan fácil y lucen tan convencidos y tan sinceros. Pero, la gente cada vez cree menos en lo que dicen y votan, la mayoría de las veces, por razones que nada tienen que ver con las promesas que se lleva el viento.
Y, sin embargo, cuando triunfan y se posesionan de sus cargos, otra vez prometen –un buen número de ellos- lo que muy rara vez cumplen. El caso de Cartagena es ejemplar. La situación se vuelve cada vez más crítica en vivienda y salud -en educación hemos avanzado algo- y los esfuerzos de la política suelen ser o muy pequeños o totalmente insignificantes, ante la magnitud de nuestro propio atraso.
Deberíamos, entonces, solicitarle a nuestro nuevo Alcalde, menos propuestas altisonantes y más proyectos concretos y realizables, en la dirección de mejorar la suerte de los más pobres. En otras palabras, deberíamos pedirle que nos diga, él y sus respectivos secretarios y asesores, qué es lo que van a hacer en salud, vivienda, educación y empleo; cómo lo van a financiar y con qué resultados.
Ojalá y nos hablen de cosas reales, realizables y apropiadas para avanzar en provecho de las gentes más humildes. No más promesas de campaña ni ideas fabulosas ni planes generales. Necesitamos proyectos bien elaborados, con metas precisas y fuentes de financiación claras.
En otras palabras, que nuestro alcalde comience por pensar que está al frente de una gran empresa y no de una campaña política. A ver si así salimos de tanta miseria.

*Historiador. Profesor de la Universidad de Cartagena.

alfonsomunera55@gmail.com

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