Columna


A propósito de Oslo

RAFAEL COLÓN TORRES

24 de octubre de 2012 12:00 AM

RAFAEL ALFREDO COLÓN TORRES

24 de octubre de 2012 12:00 AM

Desde la  tierra de los Vikingos ha quedado en la retina de la opinión nacional, que las Farc reincidieron en su discurso cargado de señalamientos y sin asumir responsabilidades. Esto no debe sorprender a quienes conocen de las Farc, pues han sido fieles a su retórica, a su realidad y al radicalismo que la misma “Karina”, antigua jefe de esa estructura guerrillera dedicada ahora a la paz, ha venido advirtiendo. 
Los representantes del Gobierno que negocian con las Farc mantuvieron su fidelidad al deseo de paz de los colombianos y se mostraron firmes con los principios que no se negocian, pero ahora cuando comienzan en serio los diálogos en Cuba, se aproximan retos difíciles ante los cuales los colombianos deben llenarse de paciencia.
Además del escalamiento del conflicto en las fronteras rurales de Colombia, el mayor desafío que enfrentan los negociadores del Gobierno se encuentra en lograr contenidos programáticos para desarrollar el cómo, el dónde y el cuándo materializar los acuerdos a los que se lleguen en las mesas de diálogo.
Mantener los tiempos políticos, los márgenes de confianza de los colombianos en el proceso, no permitir que se desvíe la ruta marcada en la agenda acordada y ganar la guerra de las percepciones, son parte de las dificultades que tendrá que enfrentar este nuevo proceso de conversaciones con las Farc.
Colombia es un país con suficiente activismo y sus medios de comunicación estarán a la vanguardia para generar percepciones, dependiendo de la manera como se vayan dirimiendo las divergencias por la correlación de fuerzas argumentativas de la mesa. Allí deberá prevalecer la suficiente racionalidad para ceder en lo que se deba ceder. Es lo más noble ante la posibilidad de que se mantenga el lenguaje que mostraron en Oslo con los señalamientos cargados de rencores, utopías, diatribas e irreverencia, de parte de las Farc.
Los jefes de las Farc antes de emprender la guerra de las percepciones, deben cambiar su lenguaje por otro más amable y consecuente con la oportunidad que se les presenta. Es cierto que no representan al pueblo colombiano y si siguen convencidos de esa utopía, deben demostrarlo en las urnas. La renuncia a cualquier tipo de violencia debería ser el primer pronunciamiento de las FARC, para dar credibilidad al proceso. Deben demostrar voluntad sincera de negociar el final del conflicto armado y no usar este nuevo escenario como un mecanismo para hacer un alto al quehacer violento, solo para acumular fuerzas.  
El Gobierno, por su parte, debe establecer las condiciones necesarias para que se fortalezcan los gobiernos locales y regionales, para que haya participación ciudadana, para que se integren las veredas con sus municipios, con las capitales departamentales y con el resto del país, y para que la sociedad civil instalada en los territorios rurales pueda disfrutar de sus derechos constitucionales. Por lo tanto, se requieren mayores esfuerzos para que se consoliden aquellos territorios donde ha sido débil la presencia del Estado y para que allí se instale el imperio de la Ley.
Es decir, lograr capacidades para responder desde ahora a las decisiones que se tomen en La Habana y propiciar la institucionalización de los territorios donde se cimentará la paz estable y duradera que desean todos los colombianos.

*General (R) Infantería de Marina

neboneros@hotmail.com

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