Columna


Qué embarradas

MIGUEL YANCES PEÑA

30 de abril de 2012 12:00 AM

MIGUEL YANCES PEÑA

30 de abril de 2012 12:00 AM

Qué indiscreción, cuánta imprudencia. No se puede culpar al acoso de los periodistas, ni a la improvisación, más bien parece que trató de elevar el perfil en momentos en que Santos hace movidas en el gabinete.
Algo tenía que decir, al fin y al cabo es la Canciller. Y para lucirse utilizó dos temas de actualidad, sólo que al ser tan mal tratados, terminó atrayendo la pluma de los críticos, que hasta entonces la habían ignorado, en lugar del aplauso de sus simpatizantes.
La verdad es que todo el mundo, en especial la politiquería farandulera del país andino, ha querido hacer pantalla con el tema de la prostitutas en Cartagena (llaman a los medios para ser entrevistados). Pero a ninguno se le había ocurrido decir que “donde hay hombres (enfatizando el género, y no la especie) hay prostitución”. Cómo si no hubiera sido Eva, en la época del paraíso terrenal, la que empezó el desorden; y como si este no fuera un asunto heterosexual.
Visto así, hay que presumir que los hombres prostituyen a las mujeres, y no como yo lo veo: que estas se prostituyen por necesidad, o por placer, al descubrir la ansiedad biológica del macho por transmitir sus genes.
Dice Gabito, creo que en “El amor en los tiempos del cólera” que prostituta no es quien se entrega por dinero, sino quien lo hace sin amor, dando a entender que dinero piden todas, antes o después, sutil o explícitamente, en efectivo o en especies, y cuando no, la gratitud del compañero se encarga de entregarlo. Juancho –un apreciado amigo- dice que la palabra más apropiada no es “dinero”, sino “beneficio”, que al ser más amplia incluye “quiéreme y trabaja para mí”, otra manera de ver lo mismo. Y Patri, opinó que no se puede generalizar: vale en ambos casos.
La otra embarrada mayúscula, fue la de anticipar públicamente un supuesto fallo negativo de la Corte lnternacional de Justicia (CIJ) en el litigio con Nicaragua. La verdad, esta parte la entiendo menos que la anterior. Actuó como si ya conociera el fallo y tratara desesperadamente de no parecer culpable por decidía, lo cual le podría costar el puesto. Dijo que la Corte era salomónica en sus fallos, y para evitar que lo entendiéramos como sinónimo de inteligente, que es como se entiende el juicio bíblico del Rey Salomón, aclaró que significaba que la Corte daba un poquito a cada parte, como si el hijo en disputa por las dos mujeres según las Sagradas Escrituras, finalmente hubiera sido partido en mitades iguales.
Y para terminar de lavarse las manos dijo que el fallo era inapelable. Así se cubría por los dos flancos: uno, su supuesta falta de gestión, y otro, la falta de un Plan B. No obstante lo que podría estar haciendo –en caso de que aun no se haya fallado- es induciéndolo, y de paso avalando la sentencia y justificando su remoción del cargo.
Pero pregunto, ¿a quién se le ocurriría culpar a la Canciller de un fallo desfavorable, si aún no cumple dos años en la cartera y el pleito lleva casi diez? La única explicación razonable que le encuentro a sus declaraciones es que ella hubiera estado al frente de este proceso durante mucho más tiempo, y en su interior se sintiera realmente responsable del resultado. Sin embargo al contemplar su juventud indica otra cosa: inmadurez.

*lng. Electrónico, MBA, pensionado Electricaribe.

myances@costa.net.co

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