Columna


Razones vs pasiones

MARTHA AMOR OLAYA

09 de mayo de 2011 12:00 AM

MARTHA AMOR OLAYA

09 de mayo de 2011 12:00 AM

Que los políticos tradicionales de la ciudad estén haciendo una campaña de desprestigio a la María Mulata con el ánimo de dañar su imagen y retornar el poder, no es razón para desconocer los errores y minimizar las acciones que afectan el bien público, pero tampoco la ocasión para condenar sin beneficio de inventario el gobierno que culmina este año.
La venta del lote baldío de El Laguito que es playa y por tanto bien de uso público, es un error delicado que puede costarle caro a la alcaldesa y llevar al traste todos sus buenos esfuerzos por mantener una imagen de honestidad y transparencia.
No podemos por un lado ignorar que la presunción de inocencia es afectada por lo obvio que resulta reconocer el terreno como playa, por lo barato que fue vendido el lote y porque pese a una advertencia sobre la ilegalidad de la acción desde el 2009 no se produjo una acción correctiva.
Que la advertencia del Concejo sirviera sólo para congelar la negociación permite que hoy, dos años después, se vea como haber concedido “legalmente” un bien público por $51 millones, ya que en lugar de resolver, el Distrito se abstuvo de recibir más pagos.
Sin embargo la ciudadanía no puede someterse a las manipulaciones mediáticas y coyunturales para condenar, retroceder o desencantarse, ya que son visibles las luchas y los avances en contra de la corrupción de la actual administración.
Lo digo no con el ánimo de eximir de responsabilidades a la actual mandataria sino de alertar sobre los discursos que pretenden influenciar a la opinión pública a volcarse sobre héroes salvaguardas de los bienes públicos que representan organizaciones políticas tradicionales que bastante daño le han hecho a la ciudad históricamente.
Los sectores políticos están divididos en la gestión de una administración que rompió con ciertas prácticas politiqueras excluyendo las “casas tradicionales” de las reparticiones burocráticas y del poder central.
Denunciar las irregularidades es el derecho y deber de todos los ciudadanos y además completamente benéfico para la ciudad, pero eso no debería impedirnos observar los intereses de poder que hay detrás de esas denuncias y mucho menos desestimular el deseo y proceso de cambio que se inició hace casi cuatro años cuando, contra todos los pronósticos, la ciudadanía se pronunció en las urnas con un discurso contundente de hastío a la corrupción.
La actual administración con su política en la contratación pública, dio un viraje a las componendas y todo tipo de desmanes que desde allí era costumbre cometer. Por ello es importante prender las alarmas frente a las cortinas de humo que puedan desviar el camino de cara a las elecciones de este año.
Pero, desde la moralidad que exigimos los ciudadanos a nuestros dirigentes, los intereses ocultos que sacan las irregularidades al sol, no son argumentos responsables para ignorar o exonerar las faltas a las que se tenga lugar, lo importante es formar un criterio racional y no pasional para nuestra toma de decisiones.
El mejor resultado sería que el líder asumiera su humanidad reconociendo sus errores para evitar les sean cuestionadas sus tácticas de defensa y que la ciudadanía siga exigiendo el compromiso de transparencia y honestidad de sus gobernante.

*Periodista

martha_amor@yahoo.com

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS