A propósito de mi columna pasada en la que planteaba por qué redistribuir las regalías entre todos los colombianos, un lector amable del Arauca me envió una comunicación extensa defendiendo el privilegio de su departamento de quedarse con $3,3 billones, el 10% del total de las regalías generadas desde 1994. Me tacha de centralista por mi “afán porque las regalías de los departamentos productores pasen al presupuesto de la Nación”; explica cómo los 153.000 habitantes del Arauca se han beneficiado de las vías de comunicación, hospitales, escuelas, acueductos y alcantarillados, y el aeropuerto construido con esos recursos; y cómo una región fronteriza, antes abandonada, es un polo de desarrollo importante. Uno se alegra del progreso de una región tan hermosa y de su mejoría en calidad de vida. No soy centralista, ni quiero que las regalías pasen al presupuesto nacional, sino que se distribuyan entre todos los colombianos. Desde esta perspectiva surgen muchos interrogantes. ¿Arauca y el resto de los departamentos productores utilizaron bien la bonanza de las regalías? Desafortunadamente, no, pues son conocidos los casos múltiples de despilfarro y corrupción con estos recursos, y la cantidad de políticos y mandatarios locales investigados. Son menos conocidos los agentes privados que participaron en la corruptela. Al repartir $3,3 billones de pesos entre solo el 0,37% de la población colombiana, ¿estos 153.000 supuestos afortunados no deberían tener un nivel de vida muy superior? El PIB per cápita de Arauca es de $13,5 millones, el tercero del país, superado solo por Casanare, Bogotá y Santander, pero su índice de Necesidades Básicas Insatisfechas es apenas similar al de regiones mucho más pobres, como Putumayo y Guaviare. Si el Departamento es tan rico y su población tan pobre, es porque unos pocos se quedan con la plata. Si Arauca cree que no debe compartir “sus” regalías con el país, ¿por qué los colombianos deben regalarle a ese departamento recursos del Sistema General de Participaciones (SGP)? Arauca solo recauda el 0,03% del impuesto de renta y el IVA, pero recibe casi el 1% del SGP, y en la última década recibió $1 billón por encima de lo que le correspondería por su generación de impuestos. No propongo que les quiten los recursos del SGP a Arauca ni a las otras regiones, pues los necesitan para sacar a sus habitantes de la pobreza. Pero la solidaridad debe ser recíproca y de doble vía, pues no es válido que una región le diga al resto del país: lo de ustedes lo repartimos entre todos, pero lo mío es sólo para mí. La pregunta fundamental en el contexto de una reforma a la Constitución va mucho más allá de las cifras y los porcentajes, pues se trata de definir el pacto social para construir la sociedad. A mi lector de Arauca le pregunto: si usted viviera en el Chocó o el Putumayo, o fuera un desplazado en un tugurio en cualquiera de las grandes ciudades, ¿defendería que las regalías se queden solo en las regiones productoras, o pediría que le tocara aunque fuera un poco para salir de la miseria? Una regla básica para que una norma Constitucional sea válida es que se pueda aplicar a todos los colombianos, sin importar dónde vivan.
NOTICIAS RECOMENDADAS
Comentarios ()