Columna


Regionalización vs separación

EDUARDO ESPINOSA FACIOLINCE

16 de noviembre de 2010 12:00 AM

EDUARDO ESPINOSA FACIOLINCE

16 de noviembre de 2010 12:00 AM

Para comprender políticamente la votación con el Sí a la Región Caribe, analizamos dos fenómenos: a) El regionalismo, entendido como la expresión afectiva en pos de autodeterminación por parte de una colectividad que habita una región, cuya manifestación Caribe tiene más de un siglo; y b) La regionalización o proceso de organización política administrativa regional, que muestra intentos frustrados hasta llegar a la vida y muerte del CORPES de la Costa Atlántica –hoy Caribe- para supuestamente darle paso a la Región Administrativa y de Planificación (RAP). Gracias a sus promotores, esa votación legitimó conscientemente la transformación del regionalismo existente en un respaldo al proceso de regionalización. Es un error (desde lo nacional) desconocer esa conciencia colectiva, pero también es errado asumir (desde lo regional) que se votó para crear otro nivel territorial que replique la estructura organizacional inoperante, burocratizante y pesada de nuestras entidades territoriales, con “gobernador”, “asamblea” y “secretarías” sectoriales. Ante esa realidad, lo pragmático es concentrarse en lograr que la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial (LOOT) consagre una figura de RAP eficiente, eficaz y transparente, para no diluirnos en un debate (usable como ardid por los centralistas) sobre la entidad territorial (RET), que ineludiblemente será producto de la transformación de la RAP. En consecuencia la RAP debe tener: a) Institucionalidad, como un establecimiento público especial de origen constitucional, no burocratizable; b) Dirección colegiada de los Gobernadores de la Región, con una gerencia de alto perfil; c) Recursos, a partir de estipular que las regalías del Fondo de Compensación Regional sirvan para romper desequilibrios regionales, y que se manejen autónomamente por cada RAP que surja, sustrayéndolas del dominio central gradualmente; d) Capacidad legal para influenciar la toma de decisiones nacionales en planeación, presupuesto y ejecución de proyectos supradepartamentales; e) Asesoría, asistencia técnica, evaluación, seguimiento y control desde lo nacional; f) Sostenibilidad política, al crear círculos electorales regionales para elegir senadores (proporcionalmente al número total existente) en las RAP que se formen, y eliminar progresivamente la antidemocrática y plutocrática circunscripción nacional. Aprendamos que para sostenerse, la Región necesita del poder político-electoral integrador, de congresistas elegidos en ella, obligados a trabajar por ella, por sus objetivos, mientras cumplen paralelamente con sus funciones actuales. No olvidemos que las artimañas para eludir los clamores centenarios del Caribe por su autonomía han sido una constante del nivel central (Ejecutivo y Congreso), cohonestadas tristemente por algunos ministros y legisladores que representan al Caribe. Regionalistas y centralistas debemos permanecer alertas, ya que el dilema es regionalismo versus nacionalismo, regionalización versus separación. Y para defender nuestro Estado unitario, se requiere tanto perfeccionar una Región viable, fuerte, beneficiosa y transparente, como disminuir la voracidad autoritaria del poder central. *Exdirector del CORPES CA; Constituyente 1991 espinosaeduardo@yahoo.com

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