Columna


Renuncia y riesgos

PANTALEÓN NARVÁEZ ARRIETA

30 de septiembre de 2011 12:00 AM

PANTALEÓN NARVÁEZ ARRIETA

30 de septiembre de 2011 12:00 AM

La renuncia de Héctor Hernández no sor-prendió a nadie. Su candidatura a la goberna-ción no cuajó. Como él lo dijo, sus copartida-rios lo ignoraron y los sondeos señalaban que no generaba adhesiones. Así vislumbró su fra-caso y el ocaso de su mentor. Ello justificó su abandono. No es un político con necesidad de exhibir su fuerza para llegar al escalafón de las repartijas, sino alguien que sí prestó servicios al Estado, pero en cargos lejos de los avatares de la politiquería, lo que le impidió enterarse y comprender el pregón que sostie-ne que perder también es ganar.
Pero más que especular sobre a quién fa-vorecerá su retirada, se debe resaltar que hay partidos con falta de unidad de propósito y sin vocación de obediencia. Un  senador de la U fue quien torpedeó las aspiraciones del candidato que avaló su partido. Sin embargo, no hubo reproches ni sanciones en su contra, como si sacrificar la posibilidad de conservar una posición fuera una maniobra de rutina, en la que nadie repara cuando se usa como salvavidas por la facción que, en el evento de ser elegido, no disfrutará del favor del candi-dato.
Todo porque los políticos tienen la con-vicción de que su subsistencia depende de disponer de un porcentaje del erario. No siempre ese beneficio se obtiene estando del lado de los copartidarios. En ocasiones la ge-nerosidad se encuentra en los adversarios, que, a la postre, se convierten en aliados de confianza. Esa es la tónica que impera. Por eso, en elecciones, las ideologías se relegan, afloran las coaliciones de conveniencia y las jerarquías de los partidos se alejan de las ren-cillas de los dirigentes de provincia, cuya lealtad se exige sólo para respaldar las iniciati-vas del presidente.  
El desafecto por el candidato de la U de-notó no sólo que a este partido se afiliaron bandos que desconfían entre sí, sino que sus líderes carecen de interés para definir el perfil de sus militantes. Además no los anima preci-sar las prioridades que se incluirán en los pro-gramas de gobierno que expondrán ante los electores y ejecutarán en caso de obtener su favor. Ello explica por qué no hubo consenso en la escogencia del aspirante y su descalifica-ción posterior, pese a que su hoja de servicios se soporta en méritos y ejecutorias, más que en recomendaciones.
No obstante los distanciamientos e indis-ciplina entre copartidarios no es problema ex-clusivo de la U. Los conservadores también lo padecen. Deténgase frente a una pancarta que enseñe la cara de un aspirante a concejal ava-lado por la C y encontrará que él pide respal-do para el candidato que aspira a la alcaldía con el aval de la U.
Pero, como dije atrás, nadie se conmueve. Tal vez nos habituamos al caos y a dejar que los hechos ocurran sin averiguar las conse-cuencias, aunque se avizore la calamidad, que, tras el ocaso de García, se materializará en la toma de posiciones por fuerzas que no nos representan, no sólo porque sus mentores provienen de otros extremos, sino, lo más grave, porque su intención es instalar gober-nantes sin autonomía para que drenen a su favor las arcas del Estado y desconozcan los derechos de los ciudadanos.
En este caso no habrá regocijos por la caí-da del cacique.

*Abogado y profesor universitario.

noelatierra@hotmail.com

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