Columna


Resiliencia es la clave

JAIME ALBERTO RESTREPO CARVAJAL

26 de diciembre de 2010 12:00 AM

JAIME ALBERTO RESTREPO CARVAJAL

26 de diciembre de 2010 12:00 AM

Preguntaba Alfonso Múnera si millones de damnificados por el invierno ¿tendrán feliz navidad y prospero año nuevo? La respuesta la dará su resiliencia para superar el dolor de haberlo perdido todo, recuperar su armonía emocional y restablecer sus actividades económicas pronto.
Del latín “re-silire” (rebotar o volver de un salto), la “resiliencia” acaba de ser aceptada por la Real Academia Española (23ª edición), como la “capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas”. Los maestros griegos la enseñaban con el mito del ave Fénix, que renacía de las cenizas; como tendrán que emerger ahora, del fondo de las aguas, los campesinos para empezar de nuevo y crecer desde la adversidad.
Es inobjetable que las crecientes y precipitaciones superaron, por mucho, las máximas históricas; y así hubieran construido protecciones hidráulicas con el diseño “adecuado”, las inundaciones no se habrían evitado. Este argumento sirve a muchos gobernantes para desviar la atención a la acusación válida de no mitigar el impacto ambiental, social y económico, con consecuencias cantadas: escasez, carestía y desplazamiento forzado.
La navidad es propicia para reflexionar sobre las “otras causas” de la tragedia, más allá del diluvio. La más evidente es la mezcla de negligencia, ineptitud y dosis altas de corrupción en el manejo ambiental y protección de cuerpos de aguas porque muchas Corporaciones Autónomas Regionales (CAR), y Cardique es un ejemplo que nos duele, fueron cooptadas por personajes poderosos al margen de la Ley, en simbiosis con políticos inescrupulosos para apalancar la burocracia, contratos y favorecimientos privados.
Cuando empezaron las inundaciones graves del sur de Bolívar, ya declarado el “estado de emergencia”, los damnificados suplicaron no malgastar $9.000 millones destinados a las elecciones atípicas de Gobernador. Ante la negativa (por presión del partido de la U), los electores reaccionaron con abstención alta: menos del 7% eligió a Bernal, a quien le resta solo un año de poder y anda desesperado buscando recursos para los suplicantes. Al mismo tiempo, el presidente Santos anunciaba que, al amparo de la “emergencia social, económica y ecológica”, intervendrán las CAR y suspenderán las elecciones atípicas del Valle (iban a malgastar $18.000 millones para un Gobernador de 10 meses); y así atender igual suplica de los damnificados vallunos.
La campaña presidencial “Colombia Solidaria”, pese a una respuesta positiva, apenas recaudó $12.538 millones, menos de la mitad del despilfarro de las elecciones atípicas e innecesarias del Valle y Bolívar. Estamos jodidos en un país tan leguleyo, donde las “razones constitucionales” priman sobre las de urgencia humanitaria para sobrevivir a una catástrofe.
El primer acto de resiliencia al bajar las aguas sería exigir con vehemencia a los gobernantes indolentes un cambio de actitud ambiental, sin dejar de pellizcarlos donde más le duele: en las urnas, con el “voto castigo” en las próximas elecciones.
Lo malo de la resiliencia es que los políticos carentes de vergüenza son expertos en ella: casos se han visto por estas sabanas de Bolívar, hoy convertidas en lagos, de presos que salen de sus sitios de reclusión, rebotan y siguen mandando como si nada...

*Ing. Civil y MBA, Directivo Empresarial

restrepojaimea@gmail.com
 

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