Columna


Retórica y violencia

JORGE TIRADO NAVARRO

19 de enero de 2011 12:00 AM

JORGE TIRADO NAVARRO

19 de enero de 2011 12:00 AM

El pasado 8 de enero, Gabrielle Giffords, congresista demócrata de EE.UU., y otras 17 personas, fueron heridas por un pistolero a la salida de un supermercado en Tucson, Arizona. Hubo 6 muertos, entre ellos, una niña de 9 años y un juez federal de la Corte distrital de ese estado.El crimen suscitó una polémica enorme en los medios de comunicación de ese país y su clase política, en relación con las motivaciones que llevaron al autor a perpetrar ese ataque demencial contra la parlamentaria.
Algunos señalan como causa determinante del atentado la retórica agresiva y estridente de los voceros del movimiento de extrema derecha, “Tea Party”, y su líder Sarah Palin, quienes con frecuencia lanzan diatribas cargadas de odio en contra del presidente Obama y su programa de gobierno, llamando al pueblo de EE.UU. a la resistencia (incluso armada) para frenar las políticas lideradas por la Casa Blanca. Pretenden hacerle creer a sus seguidores que la reforma a la salud, el régimen financiero nuevo y las leyes de inmigración benévolas con los ilegales, contrarían los valores tradicionales del país.
Palin y sus compañeros de causa, ante el descrédito que les originaría aparecer como determinadores de actos violentos, han optado por desestimar el poder de sus palabras, buscando romper cualquier nexo causal entre ellas y el atentado.
Lo normal es que con el uso de la retórica se busque persuadir a una audiencia de que el contenido de un discurso es cierto y atinado; o lo que es igual, transmitir a un interlocutor una percepción determinada sobre la realidad y el entorno. El objetivo último de la retórica política es alinear el comportamiento de los ciudadanos con el mensaje inserto en el discurso. Con ella se busca crear un entendimiento en la conciencia del receptor, que le sirva de modelo y guía para su acción.
Es difícil determinar qué tanto influyó el discurso ultraconservador de Palin y el Tea Party en las motivaciones del asesino, pero es indudable que la retórica incendiaria e insultante que aquellos practican, incentiva y legitima la violencia como expresión política.
¿Por qué?
Por la razón simple de que el comportamiento social violento es el que más se adecua a ese verbo agresivo y retador. Si el orador político pretende que la ciudadanía se apegue a las prescripciones de su discurso, debe cuidarse de incluir en él cualquier apología de la violencia, y aclarar que las vías de hecho no son una opción para sus seguidores.
En EE.UU. se necesita desarmar los espíritus y morigerar la tensión, pero también se requiere que se aumenten los controles para que las armas y municiones que se venden al público no sean las de mayor poder de fuego y destrucción, evitando a toda costa que aquellas lleguen a manos de personas que padezcan trastornos mentales.
El ataque infame deja enseñanzas para Colombia: (i) la moderación del lenguaje puede contribuir a la convivencia ciudadana; (ii) ninguna ideología puede servir de justificación para recurrir a las armas; y (iii) la ausencia de restricciones en su uso aumenta el número de muertes violentas en la población civil.
***
Paz en la tumba de Aurelio Martínez Canabal, compañero habitual de esta página editorial.

*Abogado y Filósofo

tiradojorge@hotmail.com
 

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