Columna


Salario mínimo y modelo

MIGUEL YANCES PEÑA

10 de enero de 2011 12:00 AM

MIGUEL YANCES PEÑA

10 de enero de 2011 12:00 AM

De un tiempo para acá, el Gobierno terminó fijando la remuneración mínima de los trabajadores colombianos por decreto. Nunca se logra consenso en las mesas de concertación que propicia el Gobierno, ¡son una farsa! porque ninguno se quiere quemar con un acuerdo que afecte su posición burocrática y su carrera. El criterio adoptado por el Gobierno durante los últimos años, ha sido el de incrementar la remuneración mínima unos pocos puntos porcentuales por encima de la inflación del año que termina (antes era lo inverso). Sin importar que las pensiones siguen atadas por Ley a la inflación.
Otro criterio sería, proyectar el nuevo salario según la inflación esperada corrigiendo el desfase del anterior. Es decir, hacer un incremento de 3,17%, que fue la inflación del 2010, y luego sobre el valor resultante, uno del 3%, la inflación esperada para el 2011. Para el 2012 se ajustaría el desfase entre la inflación proyectada y la real, y se haría el ajuste según la nueva proyección; y así año tras año, sucesivamente.
Asegurándose que el salario mínimo que se fije, proporcione al menos al miembro soporte de la familia, el equivalente a una canasta familiar. Así, el otro –si es que lo hay- se pueda dedicar a las labores de la casa, y a cuidar y educar a los hijos. Eso sería lo sano socialmente y lo justo desde el punto de vista del trabajador.
El tema es que quienes pagan el salario mínimo (los empresarios y el Gobierno) trasladan esos costos a los bienes y servicios que los mismos trabajadores consumen, y a los impuestos que ellos pagan, como única forma de lograr la sostenibilidad de la labor que cada uno desempeña. Y en el caso de bienes y servicios factibles de importar o exportar, los empresarios deben competir, perdiendo la oportunidad de trasladar sus costos al consumidor. En estos casos la ecuación es inversa: deben reducir los costos para ajustarse a los precios que fija el mercado. Y esto se consigue reduciendo empleos (automatización) y devaluando la moneda: dos males indeseables.
Podríamos cambiar el modelo de desarrollo. ¿Cómo? acabando con la competencia y que el Estado provea todo, diría la izquierda. ¡No, ese modelo fracasó! ¿Cerrando las fronteras a las importaciones, y permitiendo que sólo quienes incurran en los mismos costos nacionales puedan proveernos? ¡Utópico, imaginen la inflación! O, ¿profundizando el modelo: más know how, más competitividad, más acuerdos de comercio exterior y atractivos a la inversión extranjera?
El salario mínimo, la inflación y el tipo de cambio son variables muy sensibles en este proceso, especialmente en actividades ininterrumpibles (que pagan recargos) e intensivas en mano de obra. Por ahora el Presidente ha dicho que “consultará con sus ministros la posibilidad” de llevar el incremento del 3,4 al 4 por ciento (3.060 pesos mensuales más), y con eso ha armado una alharaca mediática nacional.
No hay duda que el asunto es complejo, pero es inobjetable, que la competencia y la globalización favorecen al consumidor. Y que sin inversión productiva nacional y extranjera, no habrá crecimiento económico y social, ni más y mejores empleos. Esas son tareas de largo plazo, con el modelo y las políticas adecuadas.

*Ing. Electrónico, MBA, pensionado Electricaribe

myances@msn.com
 

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