Columna


Salvar a Getsemaní

RICARDO CHICA GELIS

14 de abril de 2011 12:00 AM

RICARDO CHICA AVELLA

14 de abril de 2011 12:00 AM

En columna anterior sobre las posibilidades y problemas de Cartagena señalé a la futura Marina de Getsemaní como un proyecto que, manejado en función de la rentabilidad social más que de la privada, contribuiría al desarrollo de Cartagena en dos sentidos: 1) la recuperación del malecón sobre la bahía, que en despropósito incomprensible está destinado a parqueo de automóviles (el cual criticaba como ejemplo de depredación del espacio público) en vez de ser lo que de acuerdo a su localización debería ser: un espacio para el disfrute de la comunidad; 2) establecer vínculos con sectores microempresariales de manera que en todos los aspectos de abastecimiento (alimentos, combustibles) y servicio (construcción, reparación y mantenimiento de los botes), se generara una demanda que fortaleciera microempresarios de sectores relacionados.

Pero por otro lado, ese proyecto acelerará la presión del mercado hacia la “gentrificación” (del inglés, gentrification), o trepada de estrato del área, en un proceso de expulsión de sus habitantes tradicionales como la que tuvo lugar tanto en el Centro como en San Diego. ¿Cómo salvar este sector con la contribución de su carácter a la cultura local, musical, artesanal e incluso turística?
En efecto, el visitante a Getsemaní percibe una mezcla interesante de sus habitantes tradicionales, turistas en general y mochileros en particular, que conviven en el ambiente agradable de la placita de la Trinidad, la cual comparten en las noches estos grupos alrededor de los comercios.
Sólo la acción colectiva puede compensar las dinámicas avasalladoras de mercado que reflejan y se manifiestan en la compra de inmuebles por la elite nacional e internacional y en la explosión de los precios de la tierra en estas áreas en proceso de “gentrificación”. Dicha acción colectiva tendrá que incluir varios elementos, entre los cuales destaco tres: primero, movilización ciudadana hacia la defensa colectiva del bien público Getsemaní frente a la acometida de la rentabilidad privada; segundo, esquemas de desarrollo productivo y de prestación cooperativa de servicios (como los mencionados con referencia a la marina); e incluso, tercero, implicado por el reconocimiento de que esas dinámicas no se podrán contener totalmente, regulación urbanística que proteja el carácter arquitectónico y social de la zona.
Las iniciativas de desarrollo productivo del segundo elemento son cruciales en una ciudad caracterizada, como señalé en columna anterior sobre los problemas de Cartagena, por una estructura económica y social fragmentada en la que coexisten, por una parte, uno de los polos industriales más avanzados del país con una multitud de pequeñas y microempresas sin ninguna conexión ni tejido productivo intermedio; y por otra un núcleo reducidísimo de consumo suntuario por parte del turismo de lujo y la elite local, junto con una masa de pobres en condiciones de precariedad extrema, en un contraste que lleva a pensar en Punta del Este rodeada de Port-au-Prince. 
Salvar a Getsemaní en el sentido propuesto puede tener un significado y unas implicaciones importantes para la superación de estos problemas.

*Director CEA UTB

rchica@unitecnologica.edu.co

*Rotaremos este espacio entre distintos columnistas para dar cabida a una mayor variedad de opiniones.

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