Columna


San Francisco

ÓSCAR COLLAZOS

20 de agosto de 2011 12:00 AM

ÓSCAR COLLAZOS

20 de agosto de 2011 12:00 AM

El Universal del jueves pasado informó en primera página que, “según el Programa de Ingeniería Civil de la Universidad de Cartagena, hace 30 años en San Francisco fue rellenado un sistema de humedales y allí empezó el problema.”
No habían faltado advertencias sobre el riesgo ni éste es el único ejemplo de lo que ha hecho lo que yo llamo la cultura de la necesidad: darle soluciones al presente sin medir las consecuencias del futuro. Hoy, San Francisco presenta el aspecto catastrófico de un barrio arrasado por un movimiento telúrico. Y el inventario es trágico: más de 1.190 casas destruidas, 2. 358 hogares deshechos con su tejido social y un promedio de 14 mil personas en la calle.
La alcaldesa Judith Pinedo se pronunció indignada por el escaso eco que la tragedia ha tenido en el ámbito nacional. Y tiene razón: ya debería de haberse creado alrededor de las víctimas una red de ayuda y solidaridad nacional e internacional, a cuya cabeza tendrían que estar el Presidente de la República, las autoridades locales y el mundo empresarial.
No se puede confundir, sin caer en la mezquindad, el “control político”, necesario en la democracia, con el vociferante oportunismo pre-electoral. Por ejemplo: es cierto que la Alcaldesa prometió muchas más soluciones de vivienda de las que pudo terminar y entregar en 4 años, pero las razones de ese incumplimiento no están en la ineficiencia ni en la corrupción administrativa, tan cohonestadas en años pasados por numerosos “honorables”, sino en cálculos optimistas que debieron haber sido moderados a tiempo.
Cuando veo las cuantiosas inversiones en educación y grandes colegios en zonas populares de la ciudad, me resisto a creer que “la Alcaldesa y el gobierno” sólo se preocupaban “por el Mundial Sub 20”, olvidando las laderas de La Popa, como peroró un concejal. Creo, en cambio, que el Concejo debía haber salido desde el primer momento a reclamar atención y ayuda al Gobierno nacional, sobre todo cuando se sabe que se van a necesitar 100 mil millones de pesos para la solución definitiva a la catástrofe.
No es el momento de pescar votos en este río de miseria y desamparo. Puesto que no está prohibido por la Ley, debería prohibirse moralmente toda actividad proselitista con los damnificados. No vendría mal un parche de esparadrapo en la boca de los candidatos y sus intermediarios en señal de que la única actitud decente será la de escuchar y no la de prometer.
Si los candidatos a elección popular tienen la intención de hacer presencia solidaria en el desolado escenario de San Francisco y en los lugares donde se han estado refugiando los damnificados, podrían prescindir de todo símbolo partidista, archivar el discurso promesero y uniformarse disciplinadamente de un solo color. Les propongo esta única pancarta: Soy candidato a ciudadano.
Sé que esta propuesta tiene una alta carga de romanticismo, pero, por una vez en la vida de la política, tan llena de mentiras como de buenas intenciones, podría demostrarse que la solidaridad y la justicia están por encima de los beneficios electorales.

*Escritor

salypicante@gmail.com

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