Columna


Seguridad, justicia y paz

AURELIO MARTÍNEZ CANABAL

29 de septiembre de 2010 12:00 AM

AURELIO MARTÍNEZ CANABAL

29 de septiembre de 2010 12:00 AM

Asimilado el impacto noticioso del golpe maestro que las Fuerzas Armadas le infligieron a lo que era el corazón de la acción devastadora de las FARC, son múltiples las reflexiones alrededor de este suceso. Aunque hay un plebiscito ciudadano de reconocimiento a la tarea de policías y militares, no está demás exaltar el profesionalismo de las fuerzas del orden, que lograron, sin afectar a un solo civil, eliminar a uno de los cabecillas más sanguinarios del grupo terrorista, que con la mayor saña cometió toda clase de tropelías en el país. Puede pensarse que, sumada a numerosas acciones recientemente ejecutadas contra los grupos responsables del terror, esta hazaña de las fuerzas regulares del Estado debilite a los alzados en armas. Y, aún más, con poco o mucho optimismo, podría pensarse en la apertura que conduzca a la desmovilización de estos insurgentes y su reingreso a la legalidad. No será fácil que ocurra. Son cuatro o cinco décadas de recorrido por fuera de la ley, con el aliciente de los ingresos del tráfico de drogas. Pero, la sociedad colombiana habrá de estar preparada para tal perspectiva. En medio de los ribetes de película de suspenso que rodearon la intervención exitosa del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, queda clara una vez más la ausencia del Estado en esas regiones inhóspitas. Son muchas las comarcas selváticas y que se mantienen distantes de la intervención oficial. No hay que ser un politólogo avezado ni un sociólogo calificado para identificar en esta dura realidad, a una de las causas de la respuesta favorable de las gentes que se apuntan a la aventura de las armas ilegales. Se vuelve, entonces, de urgencia innegable, poner en marcha tareas que vayan rompiendo el aislamiento y que permitan el rescate de esos compatriotas, que se debaten en las condiciones de vida más precarias. A lo anterior habría que agregar la necesidad de una justicia pronta y cumplida para sancionar a los delincuentes; justicia en su contenido social, para remediar los desequilibrios existentes; y justicia como mensaje ejemplarizante, que frene a quienes se empeñan en conservar el clima de violencia. Son todas éstas cavilaciones que se desprenden de la formidable operación “Sodoma”. Son consideraciones que deberían tenerse en cuenta, tanto en las esferas gubernamentales, como en los círculos de la sociedad civil. Las instituciones militar y policial han confirmado su actitud permanente de vigilancia, en la defensa de la institucionalidad de la nación. Han ratificado, de otra parte, su alto nivel de eficiencia en la atención de ese cometido. Será necesario, y no sobra repetirlo, que la comunidad toda brinde su respaldo y ofrezca su colaboración oportuna, para facilitar la encomiable tarea que se viene llevando a cabo. *Abogado Consultor en Minas e Hidrocarburos. marcan2@etb.net.co

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