Columna


Sentencia anticipada

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

03 de abril de 2011 12:00 AM

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

03 de abril de 2011 12:00 AM

Mi buen amigo Rodolfo Segovia soltó en la última sesión del Consejo Superior de la Universidad de Cartagena, como miembro eminente que es de su nómina de directores, una proposición informal para que sus colegas fueran pensando en la posibilidad de que los claustros de San Agustín y la Merced sean vendidos a inversionistas privados, tal vez extranjeros, con el fin de montar hoteles lujosos en asocio de algunos inversionistas nacionales.

Segovia representa en el Consejo Superior al Presidente de la República. Muy honrosa su delegación, pero ya los representantes de las autoridades nacionales no se designan, como sabiamente se hacía antes, entre los profesores de la misma Universidad, falla que da lugar a que los escogidos no siempre sientan por la institución afecto suficiente para gobernarla con un criterio más académico que comercial.
El desarrollo es importante, y Cartagena está, por el atractivo de su centro histórico, en zafra turística. Los propios cartageneros somos los más asombrados con el boom de hoteles, restaurantes, joyerías, artesanías y otras actividades aledañas, y nos alegra que semejante expansión genere empleos directos e indirectos. Pero hay patrimonios, o parte de ellos, que no deben ser objeto de enajenación. San Agustín es historia viva de la Universidad –la única de la Costa por 120 años– desde el 6 de octubre de 1827.
Es comprensible que un empresario triunfante como Segovia plantee una transacción como esa. Imposible exigirle que no piense como lo que ha sido desde muy joven, en Cartagena, la ciudad de sus mayores, y en Bogotá, donde además fue tomado en préstamo por el sector público para regir con logros visibles una empresa como Ecopetrol y un Ministerio como el de Obras Públicas. Él, además, es libre de proponer para que nosotros –los egresados, los profesores y los estudiantes– opinemos antes de que los consejeros discutan y resuelvan, y de que un escribano formalice el título traslaticio de dominio.
El debate tiene que ser exhaustivo. Lo adelantaremos porque una iniciativa como la de Segovia tiene que trascender las aulas, esto es, tienen que masticarla y digerirla los medios de comunicación, las asociaciones de profesionales, la Asamblea Departamental, los foros ciudadanos, el IPC y el Ministerio de Cultura. A muchos bolivarenses nos gustaría un pronunciamiento inicial del gobernador, pues el punto de vista del presidente del Consejo es indispensable, aparte de que él es un odontólogo diplomado allí.
No sé qué pensaría don Sancho Jimeno, un poco más de tres siglos después, de una venta como la que planteó Segovia. Pero creo que ahora tendría una mentalidad diferente de la que lo llevó a corretear cimarrones durante su paloma como gobernador interino. No descarto que optaría, con más libertad interior que la de entonces, por identificar a la Universidad con su claustro, como si fueran Alma Máter y cuerpo inseparables. No creería don Sancho, hoy en día, que la razón pudiera sucumbir a las pasiones. Y el turismo es, sin duda, una pasión.
Que mi desacuerdo con un hecho que facilitaría el arribo de esa pasión a la casa de los agustinos no constituya –líbreme Dios– una herejía reprimible. Me acojo desde ahora a sentencia anticipada por un simple concierto para disentir.

*Columnista

carvibus@yahoo.es
 

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