Columna


Servicio domesticado

ILIANA RESTREPO HERNÁNDEZ

25 de septiembre de 2011 12:00 AM

ILIANA RESTREPO HERNÁNDEZ

25 de septiembre de 2011 12:00 AM

Me impactaron dos noticias en los últimos días: 1. Una joven etíope, niñera de la familia Gadafi fue torturada por su jefa con una crueldad sanguinaria, hiriéndola en el cuerpo y en el alma, para siempre. Además, esclavizada, sin salario ni jornada laboral determinada. 2. La esposa del primer Ministro israelí Netanyahu golpeó y empujó, causándole heridas, a la enfermera que cuidaba a su padre anciano.
Si bien en nuestro medio no conozco denuncias de casos tan extremos contra el servicio doméstico, sí subsisten prácticas cotidianas, detestables e inhumanas que revelan un trato injusto y que se vienen arrastrando desde la época de la esclavitud y se han instalado como normales en la sociedad.
Estas personas, en su mayoría mujeres contratadas para oficios tan variados y delicados como el cuidado de los hijos, la preparación de los alimentos, el arreglo y cuidado de nuestras pertenencias pero también la limpieza de nuestras miserias, son en muchas ocasiones tratadas como seres diferentes, distantes e inferiores.
En muchos hogares subsiste la práctica de asignarles vajillas especiales, como si al usar las mismas de la familia pudieran contaminarlas. Se les prohíbe comer ciertos alimentos, se les encierra con llave el mercado, se les impide hablar por teléfono y se les anula su privacidad -¿Qué libertad tiene una mujer para desarrollar una amistad o una relación sentimental cuando trabaja prácticamente 24 horas al día y sin espacios adecuados?- En algunos edificios se confunde maliciosamente ascensor de servicios con ascensor para el servicio y se les impide utilizar el principal.
Es paradójico que al mismo tiempo que les confían el cuidado de los seres más amados y la preparación de los alimentos que se llevan a la boca, se las humille y se las trate con tanta desconfianza e irrespeto. Muchas veces su jornada laboral no está delimitada y trabajan largos períodos, sin reconocérseles horas extras. El sueldo ni siquiera es el mínimo legal y las condiciones de vivienda, cuando trabajan internas, dejan mucho que desear.
Curiosamente, cuando se toca la pobreza, algunas personas que conservan estas prácticas se preguntan cómo contribuir para disminuirla y ayudar de alguna manera a paliarla, sin darse cuenta de que tienen a la mano una forma de hacerlo.
Para contratar servicio doméstico, se debe contar con la capacidad económica para hacerlo; cumplir la ley con todas las prestaciones; ajustar la jornada laboral; pagarles a tiempo y darles el trato digno y respetuoso que se merecen, no sólo como seres humanos, sino como personas que están prestando un servicio de mucha confianza y valía, considerado por muchos imprescindible. Si es tan necesario y falta dinero, se deben apretar el cinturón y hacer sacrificios para cumplir la ley y ser justos.
Quienes no puedan hacerlo así, no deberían contratarlo.
Si todos los hogares que tienen servicio doméstico practicaran esta mínima ley de justicia social, ¿cuántos empleos formales se estarían generando en nuestro país? El empleo formal no es solamente el que ofrecen las industrias y las empresas. Entendamos de una vez por todas, que no es lo mismo servicio doméstico que servicio domesticado.

*Directora del área de Internacionalización de la UTB,Estudiante de literatura de la UNAB

iliana.restrepo@gmail.com

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