Columna


Si fueran hombres...

NADIA CELIS SALGADO

15 de junio de 2011 12:00 AM

NADIA CELIS SALGADO

15 de junio de 2011 12:00 AM

Desde que el hombre tiene memoria, ha imaginado el poder de las mujeres como una aberración. De allí las medusas, las sirenas, y todas esas “vaginas dentadas” y “madres castradoras” que nutren la mitología.
Las manifestaciones contemporáneas del miedo al poder femenino han aumentado con su liderazgo social y representatividad política. Toda mujer dirigente deberá empezar por demostrar que obtuvo limpiamente su posición, incuestionada en el hombre, y prepararse para justificar defectos, como la ambición, que en ellos son cualidades. Puede que se salve, si no ostenta su inteligencia y se gana a los colegas con las eternas “armas femeninas”. Pobre de las que piensan y se atreven a actuar en consecuencia; no faltará quien quiera devolverlas a “su lugar”. Aún entre los elogios –a sus piernas, no a su eficiencia— reconocerán de vez en cuando cierto tonito: el deseo velado de recordarles lo que son después de todo: cuerpos objeto de deseo.
Todo ese nerviosismo surge de la incapacidad de imaginar un poder que no sea para dominar. El ladrón juzga por su condición. Es así como los hombres han ejercido el poder por milenios: controlando para poner a los otros a su disposición.
No falta la que gobierna con las mismas tácticas, vicios e intenciones acuñadas durante siglos de dominación masculina. Tampoco la que se arrima al poder de un hombre para buscar un éxito igual de mezquino.
Admiro, en cambio, a las mujeres (y a los hombres) con el coraje para gobernar de otro modo: para crear redes de trabajo en lugar de cadenas de mando, para inspirar por el ejemplo y el trabajo junto al otro, aun si tienen entre sus empleados esos que prefieren ser oprimidos por un hombre antes que admitir el liderazgo de una mujer con pantalones. Admiro tanto a las que gobiernan con vestidos y bailan, como a las que se rebelan contra la peluquería y el maquillaje.
Me llena de orgullo decir que he visto muchas de esas mujeres durante los últimos años en Cartagena. Pero me preocupa lo atrasados que seguimos como sociedad: la bajeza de los ataques que reciben y los sacrificios que se les siguen demandando. Imagino el cansancio ligado, no a ejercer su poder con juicio y eficacia, sino a evadir o curar tanto golpe directo y disimulado. Más me preocupan los argumentos de estos ataques.
Este pueblo necesita criticar a sus dirigentes, y hacerlo con criterio. Toca vigilar y denunciar, sin duda, cuando nos roban o nos mienten, cuando nos incumplen las promesas, y luego vienen como si nada a querer que los elijamos de nuevo. Pero hay que atacar el comportamiento, no a las personas; y pasar cuenta de cobro con votos, no con chismes de compadres o rumores de taxistas. Hay que cuestionar, si nos preocupan los aspectos personales, a quienes no saben mantener la cabeza dentro de los pantalones. ¿Cómo esperan gobernarnos si no pueden gobernarse?
Hay que exigir honestidad, integridad, capacidad de servicio, trabajo constante por sus electores, coherencia... y hay que exigírsela por igual a hombres y mujeres. Hay que aprender a distinguir, también, entre quienes cometen errores y quienes se aprovechan de nosotros, a reconocer los logros de las y los primeros, y a atacar las mañas de los segundos. Criticar con altura y argumentos. Informarse, y analizar, antes de abrir la boca.

*Profesora e investigadora

nadia.celis@gmail.com

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