Columna


Sin el menor sonrojo

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

13 de mayo de 2012 12:00 AM

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

13 de mayo de 2012 12:00 AM

Cuando una concepción política regresiva confunde los componentes de un modelo de Justicia con la ineficiencia de sus operadores, equivoca las soluciones encaminadas a lograr prontitud y equidad en los procedimientos judiciales y prevalencia de lo justo en las sentencias de los jueces. La crisis de nuestra Rama Judicial no proviene de fallas en su estructura, sino de falencias humanas en su nómina de servidores.
A la sombra del estruendo causado por la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura, el Congreso y dos de las más altas corporaciones, la Corte Suprema y el Consejo de Estado, amañaron la reforma judicial en beneficio de ellos tres, con el Gobierno en la Dirección Técnica. Los honorables magistrados tendrán período de doce años y retiro forzoso a los 70, y los flamantes congresistas dos instancias en caso de que continúen ochomileando y parapolitiqueando.
El viraje de los presidentes de la Corte Suprema y el Consejo de Estado fue olímpico: en 48 horas pasaron de pedir la intervención de un organismo internacional que los protegiera de los despropósitos del Gobierno y el Congreso a la rendición final. Como los desmovilizados, se fueron a Palacio a entregar las armas sin el menor sonrojo y a celebrar dichosos su tránsito de disidentes a cortesanos. 
Desde el Gobierno y el Congreso siguen ahorcando las funciones constituyente y legislativa para que la Constitución y la ley formalicen privilegios a los titulares de las tres cúpulas del poder, incluyendo escudos protectores en caso de graves granujadas. Sólo faltó, en el acuerdo del viernes 4 de mayo, que se redactara una norma que dijera: “A los congresistas de Colombia no se les aplicará el Código Penal”.
Pero el acto más desconcertante de la nueva pieza teatral fue que el Consejo de Estado simuló una reculada por dos puntos oscuros del pacto y el ministro de Justicia otra por la oportunidad del nuevo período de los magistrados. ¡Chaparrinadas! Lo prioritario era clonar la Sala Administrativa del Consejo Superior en un Sistema de Administración Judicial y la Disciplinaria en un Consejo Disciplinario, así como la Comisión de Acusación en un comité encargado de proponer “antejuicios políticos” para los aforados.
Es un secreto a voces que Aurelio Iragorri, Roy Barreras, José David Name, José Darío Salazar y uno de los sacamicas de Martínez Sinisterra tienen candidato para Director Ejecutivo de la Rama Judicial. Es el broche que resta para que Germán Vargas y Juan Carlos Esguerra igualen, en dimensión histórica, a Justiniano y Alfonso El Sabio.
La infravaloración de la Regla Suprema en Colombia es protuberante. Su posición prevalente o preferente muere en los desayunos presidenciales, porque con la dialéctica del chocolate, los pericos (huevos, claro) y las tostadas francesas alinean a los mendicantes.
Con esta reforma que pide caneca donde ser botada, no será una herejía devolverle a la Rama Judicial la despectiva definición de “Tercer Poder”, ni comparar al Congreso con una oficina de registro de las decisiones del Ejecutivo. Entre nosotros, las reglas resultan falseadas desde el momento de su concepción. Es el modo de satisfacer intereses políticos y corporativos con el uso torticero del poder.

*Columnista

carvibus@yahoo.es

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