La Unidad Nacional murió. Desde hace meses venía debilitándose por los continuos ataques contra el gobierno Santos por el anterior mandatario, viudo del poder, y sus secuaces. Mientras Santos siguió tragándose los sapos de sus críticos y practicó el mantra de no pelear con Uribe, la coalición de gobierno se logró mantener, al menos en apariencias, pero las dos últimas semanas confirmaron la muerte del paciente.
Primero fue el horrendo espectáculo de la aprobación y posterior entierro del adefesio de la reforma para la injusticia, donde todos perdieron, -el presidente, los congresistas y las Cortes-, pero sobre todo se resquebrajaron las relaciones entre el Gobierno y el Congreso. Se duda de que en la próxima legislatura se puedan aprobar proyectos de reformas tan urgentes como la tributaria y la pensional.
Luego vino el enfrentamiento entre el ministro Vargas y el expresidente de marras, y ya rompieron los diques de la discreción y la cordura, para caer en ataques personales agresivos. Debe estar muy arrepentido hoy Germán Vargas de su propuesta después de las elecciones del 2006, de que el liberalismo abandonara su oposición y se integrara al uribismo, reconociendo que el Presidente Uribe era liberal y debía ser el jefe natural del Partido.
La partida de defunción de la Unidad Nacional fue la oposición abierta al Gobierno en el lanzamiento electoral del uribismo, bajo el engañoso nombre de “Puro Centro Democrático”. No es de centro sino de las fuerzas más reaccionarias y que con la Yidis-política o las chuzaDAS a la Corte Suprema mostraron su poco respeto por las instituciones democráticas. La extrema derecha es una opción válida en las democracias, siempre y cuando no combine todas las formas de lucha, como ya lo hizo en la alianza con los paramilitares de políticos que apoyaron a Uribe.
La respuesta de Santos confirmó el fin de la tregua: no más mantra apaciguador sino respuesta directa a las agresiones de Uribe. Ya lo señaló como causante del 42% de la noticias negativas sobre el país en el exterior, lo acusó de hacer campaña electoral con la sangre de nuestros soldados y de manera muy sutil y elegante le anunció que le sacaría al sol todos los trapos sucios, que no son pocos.
Pero Santos tiene que ir más allá. Si los uribistas están en oposición al Gobierno, el presidente no puede gobernar con ellos y deben salir de los puestos oficiales quienes apoyen al expresidente, así como deben quitárseles las cuotas burocráticas a los congresistas que se pasen a la oposición de derecha. En ningún país es aceptable que el gobierno tenga quintacolumnistas que lo socaven usando los carros y los presupuestos oficiales.
Es larga la lista de los funcionarios que son muy cercanos al expresidente y que manejan sectores claves o con grandes presupuestos: el Vicepresidente, el ministro de Transporte, la directora de la Agencia Nacional Minera, el embajador ante la OEA, el director del ICBF y el del INCO, o el alto Consejero para las regiones, para solo citar los más visibles.
Todos pueden ser excelentes funcionarios, pero lo que se cuestiona no es su capacidad profesional sino sus lealtades políticas, pues no se puede servir a dos señores y ellos mismos deben decidir con cuál de los dos están.
NOTICIAS RECOMENDADAS
Comentarios ()