Columna


Sobre la corrupción

JORGE ENRIQUE RUMIÉ

29 de julio de 2011 12:00 AM

JORGE RUMIÉ

29 de julio de 2011 12:00 AM

Con tanta alcantarilla rebosada en el país, la plomería surge como el oficio del año. Está de moda. Por donde uno escarbe, aparece la cloaca de la corrupción. La vemos y olemos por todos los rincones de la nación.Y ¿por qué tenemos tanta corrupción en Colombia? Simple, porque jamás ha existido una verdadera política de Estado para en-frentarla. Es lo cierto. Los presidentes, quien son los responsables directos de auto-controlarse, se hacen los locos con el tema o lo maquillan con propuestas mamertas como los pactos de transparencia o la figura del zar anticorrupción. De ahí que el común de los mortales asume el dolo como una contingen-cia estadística, donde la cantidad de personas capturadas, dividido por el total que hacen las fechorías (su probabilidad), es bajísima; de ahí que muchos quieran asumir el riesgo. A lo anterior debemos sumarle el hecho de que te-nemos un sistema judicial anacrónico y pri-mitivo. Como bien lo reconoció el propio Ministro de Interior y Justicia, German Var-gas Lleras, al referirse a la necesidad de hacer la reforma a la justicia, cuando dijo: “En días recientes fue entregado el informe del Banco Mundial, que indica que Colombia está en el puesto 178 entre 183 naciones evaluadas en resolución de conflictos. El tiempo que toma un proceso judicial en nuestro país solo es superior en Surinam, Bangladesh, Afganistán, y la India. ¡Hágame el favor!”
En todo caso, con las denuncias recientes del propio ejecutivo, todo indicaría – por fin – que el presidente actual sí tiene la voluntad política para enfrentar la corrupción. Si San-tos le trabaja al tema con la misma devoción que su antecesor le dedicó a combatir la gue-rrilla, pasaríamos de la “Seguridad Democrá-tica” a una “Democracia sin Corrupción”, y ambos esfuerzos serán fundamentales para impactar favorablemente en nuestro desarro-llo económico. No es casualidad que los paí-ses más tramposos son las más pobres.
Para cualquiera que intente cuantificar los temas recientes de corrupción, como los casos de la Salud, Educación, DIAN, los programas AIS del Ministerio de Agricultura, Estupefa-cientes, la contratación de infraestructura o Regalías, para citar algunos de carácter nacio-nal, encontraremos que son equivalentes a dos o tres reformas tributarias del Ministerio de Hacienda. Los dineros que se pierden por corrupción, en realidad, afectan por partida doble al ciudadano del común: Por un lado, lo obvio, estarían las cosas que el Estado deja de gastar o invertir, equivalente a la cifra hurtada, y por el otro, lo que el gobierno se ve obligado a cobrar vía impuestos para tapar el faltante fiscal. Porque los tontos de siempre deberán reponer lo extraviado.
Como en Colombia son pocos los que tri-butan, por sustracción de materia, a pocos les importa la corrupción. No hay dolientes. De ahí que me atreva a sugerir que nuestro pro-blema fundamental no necesariamente es de dinero, el verdadero inconveniente es que el país se lo vienen robando desde hace rato.
No obstante, terminando en positivo, algo me dice que el presidente Santos sí tiene claro la magnitud de nuestra corrupción, y que trabajándole simplemente para evitarla, es suficiente, inclusive, para bajar los impuestos y por ende aumentar la inversión productiva nacional.
Esperemos a ver.

*Empresario

jorgerumie@gmail.com

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS