Decía en la columna del lunes anterior, que los bancos deberían manejar las cuentas de igual manera; no solamente para el pago de impuestos, sino para cobrar los préstamos a los deudores. Lo que es de mercado –de cada banco- son los productos financieros ofrecidos, las tasas de interés, y los atributos que utilizan para diferenciarse, por ejemplo: el prestigio, los servicios virtuales, el trato y la atención a los clientes, entre otros.
Sin embargo para que se pueda hablar de un mercado, se debe contar con que los demandantes de bienes y servicios son racionales y están bien informados: dos condiciones que en el caso del bancario están ausentes.
Comenzando con que el grueso de los demandantes ignoran muchas cosas del sistema bancario, y que en la escuela –y en algunas profesiones universitarias- no se enseñan matemáticas financieras; se ven como algo complejo sin que lo sean. Y a partir de esa falencia, y “consentidos” en cierta forma por el sistema político, los bancos ocultan información -o la presentan de manera engañosa- ostentando siempre la posición dominante; y en ocasiones, abusando de ella.
Cito un ejemplo. Los prestamos por libranza, aquellos en que la cuota la paga el empleador o el fondo de pensión descontándola de los ingresos del trabajador o del pensionado, tienen un muy bajo riesgo de no pago: pérdida del empleo si la liquidación no alcance para cubrir el saldo de la deuda; y la muerte, en cuyo caso paga el seguro de vida que está obligado a tomar el deudor. Por tal razón son –o deben ser- créditos baratos, y de fácil tramitación y aprobación.
No obstante se suelen aplicar las mismas condiciones, la misma tramitología y los mismos cargos que un préstamo de libre inversión sin ningún respaldo. Los papeles que presenta el banco y la premura del préstamo son tantos…;, que dudo que alguien los pueda leer, racionalizar y negociar; y termina otorgándole al banco una “cierta posición dominante”.
La gente se somete porque no hay competidores: todos funcionan igual: como quien hace un favor, y no un negocio, al prestar dinero.
Después de una “encuerada financiera” y muchos estudios, le entregan el préstamo que ya viene afectado por el costo de los estudios; en algunos casos, por los intereses del primer mes por anticipado; la cuota del seguro de vida, y algo nuevo: una multa del 5% del valor del crédito que se hace efectiva en su totalidad, si usted al conocer todo esto, devuelve el préstamo; o proporcionalmente, si lo amortiza con pagos extraordinarios.
Y no es raro que el banco, infringiendo la voluntad del prestatario, le acomode un plazo que le proporcione más utilidades que el solicitado. El deudor, o pierde la multa, o queda atrapado en el compromiso sin posibilidad de escapatoria durante el tiempo que el banco quiera. Y si se lo niegan, parece que regaran la bola, ningún otro banco le prestará.
Todo esto son vicios consentidos por el gobierno, que debería, así como hace con la telefonía móvil, la TV y demás, crear un mercado bancario competitivo, con más actores, menos concentración de la propiedad, y unas pocas reglas muy claras y muy vigiladas.
Es inaudito que las tasas estén por encima del 20% efectivo anual, mientras en otros países con igual, o similar inflación, no superan el 10%.
*Ing. Electrónico, MBA, pensionado Electricaribe
movilyances@gmail.com
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