Columna


Sol, playa y mar

LIDIA CORCIONE CRESCINI

19 de abril de 2011 12:00 AM

LIDIA CORCIONE CRESCINI

19 de abril de 2011 12:00 AM

Hace unos días tomé un taxi y entrando a Castillogrande el conductor me mira por el retrovisor y me dice: -Seño, no es para que se moleste ni para que se ofenda por lo que le voy a decir, pero la verdad es que yo no entiendo a las personas; toda la gente de este barrio es bien blanca y teniendo la playa ahí mismo no salen a quemarse para ver si cogen color. Esto me lo repitió tres veces. Ante el insospechado comentario le respondí que no sólo los blancos son los que habitan este sector, porque conozco muchísimas personas que ocupan cargos importantísimos en grandes empresas que no son “blancas” y tienen  apartamentos lujosos, sin que se les mire de una manera fea o con remilgos. Además las personas muy blancas tienen prohibido exponerse a los rayos solares porque finalmente pueden tener cáncer de piel. El conductor no me creyó mucho el cuento, y en actitud de resentimiento “enmorrocoyó” su cuerpo en el manubrio de su carro y aceleró con más fuerza.

Muchas personas hablan de racismo instigando las pasiones porque lo único que consiguen es reverberar los ánimos, teniendo en cuenta que el racismo y el clasismo son absurdos y necesitamos de mayor educación para entender que todos somos iguales. Aún después de 200 años de independencia se sigue revolviendo sobre lo mismo sin pensar siquiera que la única esclavitud que nos rige en pleno siglo XXI es el consumismo, a cualquier nivel económico.
Guardé silencio y comencé a hacer una reflexión: no tiene nada que ver con blancos, rosados, morenos, no es el color de piel, simplemente es cuestión de educación, de comportamiento, de convivencia ciudadana. Todos los que utilicemos lugares públicos debemos tener en cuenta que su disfrute se hace bajo las normas del cuidado y respeto de dicho bien.
Siguiendo con el uso de las playas, estoy de acuerdo con que las administre alguna entidad, no me importa si es pública o privada. De sobra sabemos que todos los bienes públicos son para uso de todas las personas. ¿A qué precio? Es imposible bañarse en el mar o visitar las playas los sábados, domingos o feriados y vacacionales.
En el caso específico de las playas de Castillogrande, entre la arena y la arborización construyeron una reata para el libre transitar de los peatones…; ¿Es eso posible? La respuesta es no. Por donde nos metamos hay que zigzaguear: once mesas de fritos, carpas en orden y sillas en desorden, vendedores de paletas, agua, gaseosas, pescado frito, pastelitos, collares, gafas, objetos inflables, raspado, mango, tintos y masajistas por montón. Hay un agravante que me parece fatal, la reata para desplazarse es invadida por familias enteras desde temprano en la mañana. Sacan sillas, mesas, juegan dominó, toman cerveza, gritan. Bañistas con barrigas de budas se apropian del lugar sin tener en cuenta que a pesar de ser un sitio público, la compostura debe imperar bajo cualquier circunstancia.
A eso de las seis de la tarde, los ríos de gente caminan por el paseo peatonal de regreso a casa. No tengo nada en contra de eso, sin embargo parece una manifestación y en repetidas oportunidades se me han acercado y me piden que les regale para el bus.
Las playas se han convertido en Sanandrecitos ambulantes y plazas de mercado.

*Escritora

licorcione@gmail.com

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS