Hay cosas que no logro entender. ¿Cómo es posible que una ciudad que basa su futuro en el turismo, que le apuesta a esta actividad, para entre otras cosas, reducir el altísimo desempleo e informalidad, ofrezca el espectáculo diario de la más espantosa suciedad de sus calles?
No me refiero, por supuesto, a los barrios populares. Ya sabemos que a nadie le importa su limpieza. Y, además, los turistas no los caminan. Claro, lo que se ignora en este modo de pensar es que si a una clase dirigente le importa un pito cómo viven sus gentes más humildes, si las acostumbra a rodearse de suciedad y abandono, no tiene mucho sentido protestar o indignarse cuando esos mismos habitantes se comportan como no ciudadanos, es decir, arrojan la basura a los caños, venden sus votos por dos o tres bolsas de cemento, por 20 mil pesos o por una botella de ron.
Uno puede creerlo o no. Pero nada destruye más la dignidad de una persona que sentirse sucia, y rodeada del sucio. No tener sitios limpios por donde caminar, y estar en medio de malos olores, destruye la auto estima y reafirma la sensación de sentirse inferior. Es la vida misma la que lo condena a una cotidianidad de paria y le niega la igualdad con los otros.
Pero, volviendo a lo dicho más arriba, no es de los barrios más pobres de los que quiero hablar. Hablaré del viejo centro de la ciudad. Ese conjunto maravilloso de casas coloniales que son, sin dudas, el capital más importante de la industria turística cartagenera. Y que todavía es, aunque cada vez menos, lugar de vivienda, de esparcimiento y de trabajo de muchos cartageneros.
Intente caminar por sus calles estrechas en la noche para que vea con sus propios ojos el reino de la inmundicia. Camine la primera y segunda de Badillo después de 7 de la noche, incluso a las 10 pm, para que vea que la basura regada por las aceras lo obligará a tirársele a los carros para evitarla.
La semana pasada organizamos un seminario internacional de expertos sobre negros y mulatos libres en las ciudades latinoamericanas, durante los siglos XVIII y XIX, con el apoyo de la Cooperación Española. Asistieron figuras de talla mundial, entre los cuales estaba la doctora Christine Huneffet, distinguida profesora de la Universidad de San Diego, en California.
La doctora Huneffet es quizá la más importante investigadora viva sobre la esclavitud, y escribió un libro extraordinario, un clásico de la historia latinoamericana, titulado “Pagando el precio”. El jueves en la noche, caminando por el Centro, me decía, indignada, que cómo era posible tanto descuido con este sitio tan hermoso. Y agregaba que era inconcebible tanta suciedad. Oyéndola pensé que no regresaría en calidad de turista a Cartagena.
No estoy enterado de quién es el dueño del contrato para la limpieza de las calles, ni sé cómo se otorga. Sé, eso sí, que le cuesta a los cartageneros un montón de dinero. Lo que no sé tampoco es por qué nadie le llama la atención a esa gente, por qué no les quitan el contrato, por qué la clase dirigente cartagenera, los hoteleros incluidos, permiten una situación tan degradante y perjudicial. ¿Alguien lo sabe?
*Historiador. Profesor de la Universidad de Cartagena.
alfonsomunera55@hotmail.com
NOTICIAS RECOMENDADAS
Comentarios ()