Columna


Superagentes

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

28 de abril de 2012 12:00 AM

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

28 de abril de 2012 12:00 AM

Los ídolos de una generación desaparecen en un proceso lento. Poco a poco se desdibujan para ser reemplazados por otros que correspondan a nuevos afanes, circunstancias, y personas. Recientemente Bogotá fue sacudida por el concierto de un ex beatle. Muchos vejetes con  pretensiones de lozanía y algunos muchachos trasnochados de nostalgia, se congregaron a su alrededor. Solo querían verlo, no les importaba su canción. Convulsionó de pasión el escenario, sin los destrozos que suelen acompañar cualquier reunión multitudinaria. 
Pero hay íconos que han llegado a un deterioro vergonzoso. El prototipo del superagente capaz de hazañas imposibles llegó al perigeo de su órbita. Después de combatir con éxito tiranos infinitos, criminales barrocos y organizaciones de la maldad, ha declinado.
Estos artistas liquidaban, autorizados por sus gobiernos, a enemigos de la justicia y  subsistencia pacifica. Pero al hacerlo ni se despeinaban. Sobrados de facultades acometían hazañas increíbles, al tiempo que conseguían las hembras más rotundas y preciosas.  
Las mujeres se derretían por ellos. Vencían en combate especial, cuerpo a cuerpo, a las más bellas espías enemigas. La seducción era provechosa. Arrancaban confidencias “Top secret”. Desbarataban conspiraciones letales para la seguridad del planeta. Eran más admirados por su desempeño como seductores, que como expertos en artes marciales, su coraje y puntería con armas de fuego.
James Bond y la recua de superagentes de la justicia están en el más absoluto descrédito. Las mujeres no se mueren por ellos. Para tenerlas, tienen que pagar. El indigno trato no lo realizan directamente. Algo peor, humildes choferes y proxenetas de baja estofa cumplen esa “misión”. Para estar a tono con los tratados y compromisos que realizan sus gobiernos, tampoco cumplen. Qué va a importar lo que ofrecen, si no lo van a pagar. Reyes de la martingala, no les inquieta ofrecer cien veces el precio normal. Los TLC, igual, pactan una vaina y después vienen los protocolos sanitarios, los “adendos” financieros, la matrera letra menuda. Pero este conejo se enreda cuando llega a terrenos erótico sexuales y hay licor de por medio.
La culpable es una ciudad hermosa de hembras suculentas con atributos para engañar “inocentes”. Es una de las elipsis más diabólicas de la conciencia humana. Guillén los retrató:
 “ Gringos torpes, tontos…;  
Coloraos como un camarón,
y los parió una botella…;
Una botella de ron”.
Úrsula Andrews, y toda esa pléyade de súper hembras hincadas ante un héroe victorioso, han sido reivindicadas por unas “prostis” del subdesarrollo. La sociedad opulenta, hipócrita y mamasanta, se agita de repugnancia. La única parte del globo terráqueo donde hay rameras y meretrices es Cartagena. Los taxistas que ofrecen tan jugosa mercancía también son los nuestros, los hoteles ni se diga.
El viejo poema de quién lo hace peor: “La que peca por la paga, o el que paga por pecar”. Además de eso, quienes no pagaron descalifican una tierra donde los atendieron con amabilidad, hasta con algo del boato faraónico de quien cree haberse ganado el baloto por negociar con los poderosos.
 
*Abogado, Ex Gobernador de Bolívar y Ex parlamentario.
 
augustobeltran@yahoo.com

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