Columna


Telenovela nacional

NADIA CELIS SALGADO

04 de mayo de 2011 12:00 AM

NADIA CELIS SALGADO

04 de mayo de 2011 12:00 AM

Pese al debate constante sobre el impacto de la televisión, los límites entre lo real y su representación siguen siendo porosos y difíciles de elucidar, más en un país tan propenso a vivir en clave de melodrama y a aceptar lo inverosímil.
Su influencia no se reduce a creerlas o no; las historias que recibimos definen cómo estructuramos nuestra propia historia. Y, si como dice Ricoeur, la identidad se forma al contarla: al seleccionar e hilar eventos, personajes y la voz de nuestra trama vital, las telenovelas narrativa preferida de muchos compatriotas—son dignas de atención.
Una mirada a la franja nocturna indica que, si bien hemos visto mejores épocas, el repertorio colombiano sigue siendo más interesante que el de las histéricas heroínas venezolanas o los pusilánimes galanes mexicanos, raudos para creerle a “la mala” y maltratar a la bella y pobre “amada”, feliz de redimirlos con su aguante y sacrificio.
Agotado el boom de la narconovela, hoy repuntan las comedias. ¿Y quiénes mejores para entretener al país que los costeños?: Hombres y mujeres corruptos e inescrupulosas, arribistas de todos los estratos y precios, mentirosos, cizañeros, racistas, promiscuos, traidores, asesinos, y sus cómplices. Eso sí, con el acordeón en la mano y muertos de la risa, pues en el mundo del tal Fortuna desde la violación hasta el asesinato son motivo de fiesta. Y que no falte el negrito acomplejado que se supera con el único talento costeño: la música.
No niego que hay costeños así, pero también los hay honrados y dignos, y mujeres que ni somos víctimas ni estamos en venta. Claro que esos no responden al estereotipo nacional, luego no venden. En cambio éstos son tan graciosos que hubo que alargar la novela, para alegría de la audiencia costeña. ¿Será que le cogimos el gusto a hacer de bufones?
Sin pena ni gloria pasa el refrito nacional de Grey’s Anatomy, aunque blanqueado, pues en la original estadounidense el director del hospital y la jefa de enfermeras son negros. Debe ser que un doctor negro aquí tampoco vende.
Para cuando la cosa se pone mejor, ha empezado la pelea contra el sueño. Y es una pena, porque las últimas producciones de la franja brillan por contraste. Pese a sus licencias ficticias, La Pola está contando la Historia que nos urgía revisar: la de la codicia y el odio racial que plagó el supuesto heroísmo criollo, y las de las otras resistencias, silenciadas por el discurso histórico oficial: la conciencia de su oportunidad y la lucha por su libertad de las clases populares, la dignidad de los esclavizados, la sexualidad de la blanca, la demanda de equidad de las mujeres.
Y si el de la mestiza que se iguala al español y elige su patria es ya un mensaje “revolucionario” para la teleaudiencia, el de la competencia es una apuesta aún más arriesgada: una gesta de mediados del XX, en la que una mujer abusada por su marido—todopoderoso caudillo de provincia—se disfraza de hombre para escapar, estudiar, y unirse a un movimiento que defiende los derechos civiles de las mujeres.
Todavía hay en nuestra televisión creadores auténticos, preocupados por educar al público. Otras deben ser, además, las tramas que hoy buscan las mujeres, y otras serán las heroínas y aventuras con las que identificarse pues, para mi alegre sorpresa, las novelas feministas sí venden en Colombia.

*Docente e investigadora

nadia.celis@gmail.com

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