Columna


Testamento anticipado

JORGE ENRIQUE RUMIÉ

17 de diciembre de 2010 12:00 AM

JORGE RUMIÉ

17 de diciembre de 2010 12:00 AM

Hoy quiero entregarles mi testamento…; Y no necesariamente hay que partir para hacerlo. Por el contrario, soy de los que piensan que la herencia debemos cederla cuando estamos más vivos que nunca. Obviamente, no me estoy refiriendo a las cosas mundanas que vamos acumulando por el camino. ¿Cuál es la gracia? Me estoy refiriendo a lo verdaderamente valioso y que muchas veces cultivamos con los empellones que nos entrega la vida.
Es que la existencia tiene su cuento: lo correcto debemos esculpirlo con los martillazos del esfuerzo. Lo dañino, por el contrario, aflora silvestre en cualquier esquina. No hay que regarlo. Somos buenos leyendo instrucciones de los aparatos que compramos. Sin embargo, poco leemos sobre cómo criarlos a ustedes, los hijos. Es que los recibimos sin manual de instrucciones y cuando queremos reaccionar, ya es tarde: el mamita mía nos pega con la fuerza de un pescozón bien administrado.
Alguien dijo que a los hijos debemos criarlos con un poco de hambre y un poco de frío. Y tiene razón, el señor. Daño les hacemos cuando los educamos sin frustraciones o sin la capacidad de resolver sus problemas. Porque como padres, somos insoportables: además de comprarles el bote, queremos armarles las velas y dirigir sus embarcaciones. Por favor, ustedes no son nuestros. Las aves que vuelan alto, son independientes y tienen sus alas fuertes. No podemos cortárselas.
Es por ello que quiero entregarles mi testamento…; Para decirles, por ejemplo, que se unten de disciplina y fuerza de voluntad. Que ambas son el centro de gravedad de todas las virtudes. Que busquen sus sueños con la determinación de los iluminados y que los sigan con pasión infinita. Que la mediocridad es peste. Millones sucumben al aroma de la incompetencia, comprando excusas en el mercado de las mentiras. Las verdades duelen, y es más fácil echarle la culpa al vecino.
Lo íntegro no tiene precio. Es el valor infinito de poder mirarlos de frente. Sin culpabilidades. Que sepan, independientemente de mis logros, que estoy dando lo mejor de mí. El éxito es relativo y no debemos entrar en la competencia barata de la envidia. Es inseguridad pura. Por el contrario, debemos guardar el equilibrio de la vida, cultivando la serenidad del espíritu. La vida debe ser un balance armonioso entre el trabajo arduo, la diversión y el descanso. No hay tesoro más valioso que una labor que nos guste, pues viviremos indiferentes entre las anteriores.
Compartamos los logros y usemos nuestras virtudes para servir a la comunidad. La solidaridad engrandece, el egoísmo, ensombrece. Seamos tolerantes y tratemos a los demás como a nosotros mismos. Luchemos por la libertad y la democracia, que perderlas es vivir muertos. Dejen huella, pero de la buena. Identifiquen sus debilidades y no se las pasen a sus hijos. Amen lo simple y no se enreden. Simplifiquen, que el sentido común guarda los secretos de la humanidad. Recuerden que la vida no es una carrera. Tranquilos, solo compitan con su espíritu; enfrenten sus miedos y encuentren su grandeza. La riqueza se demuestra a los demás. La felicidad, a nosotros mismos.
Hoy quiero entregarles este testamento…; Porque la vida es una. ¡Levántense! ¡De frente! ¡Sean! Después, ya veremos. Que cada momento tiene su afán.

*M.A. Economía, Empresario

jorgerumie@gmail.com


 

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