El próximo 11 de octubre se inicia el “Año de la Fe” convocado por el Santo Padre Benedicto XVI, quien nos invita a renovar y fortalecer nuestra fe en Dios, conociendo y acercándonos más a Jesucristo, vivo, resucitado y presente entre nosotros. Se cumplen 20 años de la edición del Catecismo de la Iglesia Católica, por Juan Pablo II y 50 años de la apertura del Concilio Vaticano II.
Es necesario que los creyentes seamos verdaderos testigos del amor de Dios. Que mostremos en nuestra vida su luz, esperanza, misericordia, justicia, paz y sobre todo su amor.
La falta de fe bien cimentada confunde el bien y el mal y justifica comportamientos contra de la dignidad humana, la familia y la vida.
Un ejemplo, lo que acaba de suceder con el Procurador General de la Nación, Alejandro Ordoñez. Un argumento jurídico lo obligó a rectificar unos comunicados que decían la verdad. Hasta hace poco, en el mundo era algo abominable el aborto. En esta crisis de fe, es aceptado por muchas naciones. Matar a un ser indefenso es antinatural e inhumano, sea cual sea el embarazo. Muchos lo justifican por la supuesta libertad de la mujer para disponer de la vida de ese pequeño niño, como si fuera una extensión de sí misma. Desde la concepción, ese pequeño tiene su alma propia.
No nos engañemos. Asesinato es asesinato y causado por la propia madre y con la anuencia y cobardía del padre, es espantoso. Todo para justificar un estilo de vida con la sexualidad fuera del matrimonio, faltando a varios de los mandamientos de Dios, o en algunos casos, incluso causado por matrimonios que consideran una carga al bebe por nacer.
Nada más contrario a la ley natural y a las leyes divinas. El Salmo hoy nos dice que “los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón, son verdaderos y eternamente justos”.
Los abusos sexuales son deplorables, pero no son excusa para la pena de muerte para los bebés por nacer. Cada nueva vida es esperanza y podría ser inspiración de amor y en caso que les quede muy difícil aceptarla con amor y criarla, la pueden dar en adopción.
Es mentira que los abortos benefician a la mujer, que con su instinto materno y potencia espiritual de educadora, se afecta de por vida cuando aborta. Las leyes externas no le quitan los efectos en el alma, el dolor, ni la culpabilidad interior, solo cuando regresan a Dios arrepentidas recobran el sentido de la vida.
Aprovechemos este Año de la fe para cultivar el corazón y defender la vida, la dignidad humana, la de la familia y los derechos fundamentales para todos por igual, con especial atención a los que por indefensos no pueden protestar, como los bebés en los vientres maternos. Dice el Señor; “¿Acaso puede una madre rechazar al hijo de sus entrañas?, ni que ella lo hiciera, yo te abandonaré”.
Estudiemos y meditemos el Catecismo para crecer en la fe, vivir con esperanza y cultivar el amor y todos los valores que nos hacen más humanos y más dignos de ser llamados hijos de Dios, porque somos testigos de su amor.
*Sal 18
*Economista, orientadora familiar y coach personal y empresarial.
judithdepaniza@yahoo.com
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