Columna


Tiempo de cambio

REDACCIÓN MUNDO

18 de enero de 2012 12:00 AM

MILY FOENG VERGEL

18 de enero de 2012 12:00 AM

El 2011 se despidió como un año lleno de acontecimientos, donde los jóvenes se destacan como protagonistas y el manifestante es el personaje del año. Fueron largos meses de movilización, entre otras cosas, por el desempleo alto, la creciente desigualdad de ingresos, la insatisfacción con la gestión gubernamental, la falta de liderazgo político, medidas de austeridad extremadamente antisociales, el deterioro del Estado de Bienestar, y el estancamiento y corrupción de largos regímenes opresores.
En medio de la desesperación y la frustración de no encontrar soluciones estructurales, la protesta brotó como un caudal reprimido, como canalizador del descontento ante una administración que en vez de escuchar, ha optado por medidas severas de represión. Hasta Reino Unido, el país sin huelga, ha visto el mayor paro desde los tiempos de Margaret Thatcher.
Y la realidad es que la sociedad no ha sabido responder a los dilemas que enfrenta este sector de la población. Hoy tienen muchas dificultades de movilidad social, sufren de inestabilidad económica y sienten que les están arrebatando su futuro a través de recortes a programas de educación, salud y empleo. Están cansados de ser solo un ente que consume, necesario como base del sistema pensional. Además, consideran que el modelo democrático vigente no genera un cambio verdadero de progreso porque no garantiza el poder de la mayoría, sino el de unos pocos, con quienes frecuentemente no se identifican. ¿Quién se identifica con el soberbio peinado de Trump?
Resultado: gobiernos e instituciones se encuentran en una crisis profunda de confianza, que desafía su legitimidad y viabilidad. Los manifestantes lo llaman mercadocracia. Y en parte tienen razón; hoy el mercado es la consideración principal al tomar decisiones políticas. Entre tanto, el Estado parece cada vez más alejado de las necesidades sociales tras la cortina del capitalismo no regulado, que responde a intereses económicos particulares y no a una agenda sostenible.
En Europa, por ejemplo, han optado por fórmulas de rescate para evitar el hundimiento del bloque y salvar a todos, pero ¿cuál es la lección moral en últimas? Sencillo: el riesgo se convierte realmente en 0%. ¿Y si se toman malas decisiones? Don't worry, siempre habrá contribuyentes dispuestos a pagar por usted.
Así que no se trata de expresiones meramente locales de insatisfacción, sino de un movimiento generalizado que va mas allá de lo que aparenta, que exige soluciones a largo plazo. Hoy los jóvenes buscan estabilidad, responsabilidad y eficiencia de parte de sus dirigentes, y reclaman una regeneración del sistema económico, con unas políticas públicas más participativas. Aunque tal vez lo más importante es que han despertado del largo sueño en que se encontraban.
Entonces, ¿época de cambios o cambio de época?

*Egresada UTB

milyfv28@gmail.com

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