Columna


Todo por amor

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

06 de marzo de 2011 12:00 AM

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

06 de marzo de 2011 12:00 AM

El próximo miércoles empezamos la Cuaresma, tiempo de revisión de nuestra vida, mente, obras y muy especialmente, de nuestro corazón, para verificar si todo lo hacemos o no por amor.
Cada intención, pensamiento, sentimiento y acción realizados por amor, nos dan vida, alegría, paz, entusiasmo y nos llenan de sentido. Nuestras buenas acciones, aunque ameriten esfuerzos extras, entrega, sacrificios y hasta sufrimientos, si son realizados por amor y ofrecidos a Dios, tienen gran repercusión en nuestra madurez, en el estado de nuestra alma y son de gran beneficio en la vida de los demás. En cambio, lo realizado sin amor pierde su eficacia y su sentido, y como dice San Pablo en su himno al amor: “pero si no tengo amor, de nada me sirve” *.
¿Cómo saber si actuamos por amor o por egoísmo? Hagámonos tres preguntas: ¿Lo que hacemos es coherente con las Leyes de Dios? ¿Beneficia a los demás? ¿Nos hace mejores personas? O bastaría una sola pregunta: ¿Jesús hubiera pensado, sentido o actuado así en nuestro lugar?
Cuando hay armonía entre el amor a Dios, al prójimo y a nosotros mismos, todo se facilita y es nuestra meta, si trabajamos por construir una sociedad más justa, en paz y coherente con las leyes divinas. Pero en el mundo imperfecto en el que nos movemos, hay situaciones de aparente conflicto de intereses entre los tres amores y es ahí donde se presenta una verdadera paradoja: quien realmente se ama a sí mismo, comprende, a la luz de Jesucristo, que lo mejor es poner en primer lugar el amor a Dios y luego al prójimo, aunque esto signifique negarse a sí mismo. Sólo esta ruta nos ayuda a madurar y ser mejores personas, alineándonos con el bien, la verdad y el amor. Ese es el gran reto del cristiano, poner el amor de Dios por encima de todo y trabajar por el bien del prójimo, aunque implique sacrificios personales, que realizados por amor, terminan siendo la verdadera fuente de la felicidad y de la plenitud.
Cuando actuamos en contra de las leyes divinas o haciendo mal a los demás, aunque estemos aparentemente defendiendo nuestra felicidad, nos hacemos más infelices y terminamos haciéndonos mal a nosotros mismos también.
En las lecturas de hoy, Moisés enfatiza lo importante de tener bien presentes los mandamientos de Dios. En la segunda lectura, San Pablo nos recuerda cómo podemos restaurarnos con la fe en Jesucristo y en el evangelio, Jesús nos dice que, si queremos conquistar el reino de los cielos, tenemos que hacer la voluntad de Dios y que la verdadera prudencia del ser humano es aprovechar sus enseñanzas y ponerlas por obra, para construir nuestras realidades sobre roca firme.
Las tres herramientas de la Cuaresma son: El ayuno, la oración y la limosna. Mediante ellas, acrecentamos el sentido espiritual de nuestra vida, estrechando nuestra relación con Dios y con los demás, negándonos un poco a nosotros mismos. Nos ayudan a tomar más conciencia de nuestra realidad interior para arrepentirnos de corazón respecto a lo que hayamos realizado lejos de las leyes de Dios, y convencernos de que Jesús, en nosotros, es quien acrecienta nuestra capacidad de amar.
Que esta cuaresma nos lleve a aprender a realizarlo todo por amor.

1 Co 13, 1-13; Deut 11, 18.26-28.32; Rom 3, 21-25a Mt 7, 21-27; 

*Economista, orientadora familiar y coach personal y empresarial.

judithdepaniza@yahoo.com

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