Torcer las estadísticas para mostrarnos como lo peor de lo peor en el escalafón mundial, es una táctica muy colombiana para llamar la atención de los gobiernos, o capturar votos. Y vale; mientras mejor lo hagan mejor; el que no llora no mama, dice el refrán, y si nada está mal ¿cómo vender ilusiones?.
La comparación de indicadores mundiales para escalafonar a los países en materias políticas, económicas y sociales, adolece en algunos casos de la rigurosidad científica requerida, y a veces, hasta se hacen con metodologías diferentes; sin mencionar el ruido que pueden introducir en cada país, los intereses y las ideologías.
De un tiempo para acá, se viene repitiendo en diferentes discursos políticos, ensayos y columnas de opinión, que Colombia es el país con mayor desigualdad del mundo, sin remitirnos (imperdonable olvido) a la fuente de esa información. En investigaciones cibernéticas (Google) encontré muchos escalafones, pero el más verosímil y reciente fue el de la ONU.
Según el reporte, en el peor puesto del escalafón está Bolivia, con 60 puntos del índice Gini, una cifra que comparte con Camerún y Madagascar. Los países que le siguen de Latinoamérica son Haití, con 59 puntos; Ecuador y Brasil, con 56, y Colombia, Paraguay, Honduras, Panamá, Chile y Guatemala, con 55. En tanto, el país menos desigual de América Latina es Uruguay, con un índice 45.
No obstante recién un columnista criticó del anterior gobierno, de esos que critican pero no aportan soluciones, dijo sin citar el estudio correspondiente, que Colombia había superado en desigualdad a Brasil, y uno de nuestros colegas en El Universal reprodujo el dato, pero además afirmó que Brasil lo había logrado aplicando políticas sociales similares a las que ha aplicado Colombia en los últimos años.
En “Pioneros y líderes de la globalización” de Daniel Yergin y Joseph Stanislaw, y en “El continente olvidado” de Michel Raid, se pueden observar la similitud de estas políticas en todo el continente (independerte de las ideologías). Lo cual hace pensar que lo que hay son contradictores con intereses políticos y no líderes de opinión, y que hay algo más, que hace que lo que en otros países funciona, aquí no, y que podemos atribuir a la ¡Corrupción! El escalafón mundial también nos ubica muy mal en este indicador.
La concentración del capital es condición sine quanon del crecimiento económico y la prosperidad (en los países comunista lo concentra el Estado y en los capitalista las grandes corporaciones), el asunto es cómo redistribuirlo de la manera más pulcra sin destruir la creatividad, la energía, y la iniciativa humana.
No estoy de acuerdo con mi colega de El Universal, cuando afirma que redistribuyendo la tierra en el campo, porque creo que la tierra en manos de los pobres es improductiva (se trata de eficiencia), y la terminan vendiendo, o dividiendo, cuando no los mismos adjudicatarios, sus herederos. Ni cuando afirma que los STM en las ciudades al mejorar la eficiencia del transporte, porque al menos en Cartagena, acabará con el mototaxismo, que ya la mejoró, y dejará sin ingresos a miles de familias; dinero que quedará en muy pocas manos: lo que quiere evitar el columnista con su propuesta.
Continúo la próxima semana.
*Ing. Electrónico, MBA, pensionado Electricaribe
movilyances@gmail.com
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