Columna


Torcer las estadísticas (II)

MIGUEL YANCES PEÑA

11 de julio de 2011 12:00 AM

MIGUEL YANCES PEÑA

11 de julio de 2011 12:00 AM

Con un experimento realizado por Caracol TV en uno de los primeros realities, mostré en una columna anterior, que aunque se repartiera igual cantidad de dinero a un grupo social, la interacción económica entre ellos terminaría concentrándolo en los más creativos, inteligentes, osados y capaces.
Esta inevitable circunstancia, que se reproduce en todos los seres vivos (el aprovechamiento desigual de los recursos existentes), tiene su explicación en las diferencias que existen entre los individuos, y que han hecho posible la evolución de las especies; y pone en evidencia las dificultades que se encuentran al momento de querer construir una sociedad completamente igualitaria: que de lograrlo, terminaría destruyendo la energía vital que hace a la especie humana (en constante evolución) superior a las demás especies.
Sería, y es mucho mejor para la especie y para la sociedad, que se le permitiera a cada uno desarrollar plenamente sus capacidades y habilidades, cuidando, por consideración humana, y por seguridad social, que las diferencias entre los más y los menos aptos, no sean tan profundas. Esta, además de crear y hacer aplicar las reglas que permitan la convivencia social, es la función principal de un Estado en un régimen capitalista.
Lo que se ha logrado en los países comunistas, ha sido igualar por lo bajo: comunidades iguales en la pobreza, y sin ningún estímulo que les permita superarla. Y en las economías capitalistas más desarrolladas, desigualdades sí, pero con un piso más alto.
Recientemente un columnista capitalino abordó el tema de las desigualdades a partir del gini, índice que la mide, y aseveró sin indicar la fuente, que Colombia era el país del mundo con mayor desigualdad, y un colega en este mismo diario retomó el dato para proponer formas de reducirla (también se podría medir un “gini” de países y encontraríamos grandes desigualdades entre ellos).
Si de veras queremos disminuir la desigualdad, hay que ir más allá de la educación para el trabajo (enseñar a trabajar), porque no nos digamos mentiras, la oferta de empleo crece más lentamente que la oferta de mano de obra; es un fenómeno mundial como lo muestra Jeremy Rifking en “El fin del trabajo”. La educación moderna –creo yo- además de servir de formación humana (gente más culta e inteligente per se), debe encausar ese espíritu emprendedor que los más pobres tienen por instinto de supervivencia; y el Estado dejar de perseguir y satanizar sus iniciativas.
Debe enseñar a producir y comercializar bienes y servicios; a gastar en lo prioritario, y a adquirir bienes perdurable y bienes de capital (la tenencia de dinero y bienes no es un valor humano); a controlar la natalidad (las vasectomías son más eficientes que la desconexión en las mujeres: se pueden incentivar económicamente); a disfrutar interiormente la vida; a ser originales y a pensar. En lugar de tanta basura olvidada que enseñan en 11 años de estudios, y que se encuentran cuando se requiere en la Web.
Si a la gente le gustara de veras trabajar –dice William Feathev- aún estaríamos labrando la tierra con arados de madera y cargándonos los bultos a la espalda para llevarlos de un lado a otro.

*Ing. Electrónico, MBA, pensionado Electricaribe

movilyances@gmail.com

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