Columna


Tres pájaros de un solo tiro

JORGE ENRIQUE RUMIÉ

23 de marzo de 2012 12:00 AM

JORGE RUMIÉ

23 de marzo de 2012 12:00 AM

En 1953, el entonces presidente de Brasil, Getulio Vargas, toma la iniciativa gubernamental de construir una ciudad capital completamente nueva. Su objetivo del momento  era crear un polo de desarrollo regional que jalonara el crecimiento económico hacia el interior, en razón al atraso relativo de esa zona del país versus los territorios costaneros. El lugar escogido fue a 950 kilómetros de Río de Janeiro, tierra adentro, y como todos sabemos fue bautizada con el nombre de Brasilia.
En Brasil, al igual que la mayoría de naciones del mundo con salida al mar, el progresó se concentró inicialmente en los litorales, junto a los puertos. Conceptos como aduana, embarcaciones, comercio internacional, eran los vasos comunicantes y los impulsores del desarrollo económico de toda nación civilizada en la búsqueda lógica por intercambiar sus mercancías con el resto del mundo, y de paso comprar aquellos inventos e innovaciones que disparaban la productividad de los emprendedores.
Estados Unidos, Australia, Alemania, Holanda, y más recientemente países como China, Malasia, Corea del Sur, en fin…; son ejemplos típicos de cómo el litoral creció vertiginosamente versus el interior, por razones de competitividad y racionalidad económica. 
En el caso colombiano, como lo he escrito hasta el cansancio, las cosas sucedieron al revés. Mientras el interior andino fundamentó su progreso cerrando la economía a niveles monasteriales, a las costaneras se les castró su vocación natural de negociar con el resto del mundo. Al final nos terminaron obligando a comerciar con unas empresas tan lejanas, impenetrables y brumosas, que aún hoy el costo de bajar un producto de esas cumbres borrascosas vale de dos a tres veces más de lo que cuesta mandarlas desde las costas colombianas a cualquier parte del Viejo Continente. De ese tamaño sería el valor de la injusticia, a la que puedes sumarle la pérdida de Panamá, con sus implicaciones incalculables en la historia de nuestro desarrollo económico.
Pero lo anterior es pasado y los revanchismos regionales nos empalagan. Aquí lo importante es el futuro de un país obligado a mirar al exterior con criterio de eficiencia. Nos preocupa que aún persista la obsesión andina y gubernamental (que al final es la misma vaina), por invertir unas cifras colosales tratando de acercar las montañas hacia el litoral. Lo lógico sería promover y crear la infraestructura económica cerca los puertos, para que los negocios puedan venirse a encontrar la competitividad regional que se está pidiendo a gritos.
Duele decirlo, pero desde el mismo momento en que se inició el éxodo empresarial hacia el Caribe colombiano, desde ese mismo momento nos quedamos sin carreteras y sin servicios públicos para atenderlos. ¡No tenemos infraestructura!
Para cualquiera que investigue las estadísticas nacionales sobre nuestra pobreza geográfica, descubrirá que de los 10 departamentos más pobres del país, 8 están cerca de los puertos. Es decir, que por cada dólar invertidos aquí, la nación gana en competitividad internacional, reducimos las disparidades regionales y bajamos la pobreza. Como quien dice: tres pájaros de un solo tiro. 
Por ello me pregunto: ¿qué hacemos, Presidente?

*M.A. Economía, Empresario

jorgerumie@gmail.com

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS