Todavía encuentro amigos y comentaristas molestos porque en Cartagena se realizan dos eventos culturales de envergadura internacional, concebidos y organizados desde afuera por instituciones, empresas y personas que no son de la ciudad. Me refiero al Festival Internacional de Música y al Hay Festival, que llevan cuatro años realizándose en los primeros y últimos días de enero.Algunos se quejan del carácter “elitista” de ambos eventos y de la poca o ninguna participación de instituciones y público locales en su programación, pese a que ambos eventos programan actividades artísticas y pedagógicas en sectores y espacios populares de la ciudad. Y tienen un poco de razón al llamar “elitista” la programación de un concierto de música clásica o una conversación de escritores internacionales y nacionales en un teatro cuyo aforo no pasa de 500 personas bien sentadas.
Yo creo, en cambio, y lo he venido escribiendo de mil maneras, que la elección de Cartagena como sede de estos eventos, sirve para fortalecer la “marca” de una ciudad cuyo modelo turístico de mercado no incluye la cultura. He respondido a las críticas diciendo que eventos de esta clase benefician la otra imagen de la ciudad, distinta a la que ofrece el turismo depredador y especulativo.
Creo que las mal llamadas “culturas de élites” no lo son porque la música o la literatura sean de minorías sino porque existen circunstancias sociales y económicas que han restringido el disfrute de estas artes a un sector social ciertamente privilegiado, marginando a las mayorías que encuentran refugio en expresiones artísticas más populares y si se quiere más comerciales, en los que se paga por ver y oír a figuras promocionadas comercialmente por los medios de comunicación y las industrias del entretenimiento.
La existencia de estos eventos debería estimular, en cambio, la producción y la gestión de ofertas culturales no sólo menos “elitistas” sino más autóctonas y propias, algo que no es difícil encontrar en las artes populares de la región Caribe y también en la mal llamada “alta cultura”. En la medida en que se reconozca la marca de calidad, estos eventos llamarían la atención de nativos y foráneos, despejando la viciosa idea chovinista y provinciana que mira con sospecha todo aquello que viene “de fuera.”
La Cartagena de Indias de hoy- creo que siempre fue así- es curiosamente provinciana y cosmopolita. Mira hacia el mundo y al mismo tiempo se mira el ombligo. No se trata de crear un falso antagonismo entre una y otra actitud. Nada más dañino que asumir la actitud vigilante de las viejas y viejos que en las aldeas remotas del mundo veían pasar detrás de las ventanas al forastero que venía seguramente a perturbar la calma de sus días.
La vida cultural de hoy contempla la posibilidad de que ciudades como Cartagena de Indias sean elegidas como escenario de grandes eventos culturales y artísticos, pero crean también la necesidad de que, dentro de estas ciudades, se estimulen y vuelvan visibles procesos de producción distintos a los tradicionales.
*Escritor
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