Columna


Un abrazo

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

09 de octubre de 2010 12:00 AM

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

09 de octubre de 2010 12:00 AM

Saludar estrechándose las manos ha proporcionado confianza desde épocas remotas. En la caverna anunciaban el propósito de entenderse ofreciendo la mano derecha abierta. Continuamos adelantando esa mano, pero con la izquierda atrás por si las moscas. En el pugilismo sucede lo contrario, se amenaza con una, que se mantiene contraída y dispuesta, mientras se va golpeando con la otra empuñada. Los grandes líderes del planeta suelen estrecharse las manos, pero en su aproximación no han llegado al abrazo, que sí compromete buena disposición. Antes de los seres humanos algunos animales se han abrazado, como nuestros parientes los simios. Nos hemos propuesto degradar el abrazo en forma sistemática. Con él solemos bautizar la última virosis que nos afecta. Hemos pasado del abrazo de Ben Laden, al de Chávez y al de “Jojoy”. Se refiere a inexplicables fiebres y malestares que cada tanto tiempo padecemos en nuestro trópico. Lo peor es que no tienen tratamiento cierto, pese a los prodigiosos avances de la ciencia. Quizás es mejor la filosofía de los abrazos que la intransigencia de las ideas. El mundo parece necesitar muchos abrazos. Las ideologías no han hecho sino traer complicaciones. Algunos que siguen al filósofo Habermas, que hoy nos meten hasta en la sopa, confiesan que a la razón le hace falta algo. Las ecuaciones y silogismos no bastan. Muchos teorizantes del racionalismo científico se sienten incompletos. Otros menos presuntuosos, más humildes, se refugian en la necesidad de Dios. Nada raro y esotérico hay en el abrazo. Es el apoyo moral, la presencia amistosa, el cariño cercano lo que se está expresando. Hoy en día todo se ha deshumanizado. Las máquinas jamás podrán abrazar a nadie. Por eso hay que derribar las corazas humanas que impiden crecimientos amistosos. Una de las necesidades básicas del ser humano es ser reconocido y aceptado como tal. Durante la tierna infancia, queda satisfecha esta necesidad con cuidados y caricias. Más adelante se amplía el reconocimiento de cada quien, sus derechos, sus actividades. Una sonrisa alegre, una mirada cariñosa, una palabra amable, son tan necesarias como un abrazo. Con el paso del tiempo, la necesidad básica del reconocimiento se va dejando de lado. La opción de los abrazos viene a llenar esa sed de afecto que padece el ser humano. Un abrazo puede expresar solidaridad, un empujón para seguir viviendo, una aceptación cariñosa, el respaldo a un esfuerzo. Con un abrazo se restauran situaciones difíciles. Puede ser un abrazo confirmación de un sentimiento, algo de tranquilidad en un ambiente hostil, una esperanza en el dolor de la tristeza. Un abrazo es mucho más potente que mil palabras y todas las reflexiones. Un abrazo puede convertir lo difícil en fácil, el miedo en seguridad, la soledad en compañía. El propósito de nuestra columna ha sido simple. En un anacrónico estilo los hemos abrazado con sentimiento y respeto, hasta con la pretensión de divertirnos. Disfrutamos intensamente las notas que les hemos presentado con humildad y cariño. A El Universal y a nuestros queridos lectores queremos agradecerles la generosa acogida que siempre nos han dado. Mientras dure este receso, nos despedimos con el más grande de los adioses: ¡un Abrazo! ND: El Universal espera que el receso sea corto y agradece a Augusto Beltrán P. sus columnas amenas, dotadas de una erudición que su modestia no logró ocultar. *Abogado, Ex Gobernador de Bolívar y Ex parlamentario. augustobeltran@yahoo.com

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