Columna


Ha pasado un año desde cuando asumió la presidencia de Colombia el señor Juan Manuel Santos. Ha sido un año en que Uribe es noticia diaria, casi tanto como Santos, por obra suya, de sus enemigos, de la rama judicial o del gobierno de Santos. Uribe no se ha ido, sus enemigos no lo dejan ir y él pugna por seguir en escena.
El impetuoso exmandatario derrocha bríos replicando a sus acusadores y contradictores, fijando posiciones en torno a las medidas del actual gobierno que discrepan de las políticas que él ejercitó, o defendiendo a sus amigos y, a diario, por aquella o esta razón, copa espacios de prensa.
El gobierno de Santos se ha sentido muy cómodo con esta situación. Lo malo que ha ocurrido en la país se ha cargado a la cuenta de Uribe y hasta ahora a Santos se le ha asignado toda mejora o cambio. Como hace cincuenta años, cuando todos los problemas del país, inundaciones o sequías, analfabetismo o desempleo, escasez de alimentos o de divisas, delincuencia o epidemias, se le imputaban a la dictadura de Rojas Pinilla, como si antes el país hubiese sido el paraíso terrenal.
Ya es hora de que el país mire el presente y evalúe el gobierno que tenemos. Juzgar los delitos que Uribe y los funcionarios de su gobierno hayan cometido está muy bien y es una obligación indeclinable de una sociedad seria. Pero el país no puede detenerse allí.
Hoy es perceptible que el gobierno de Santos pasa oculto detrás de los escándalos que suscitan los delitos de la era Uribe. Es notable que funcionarios del gobierno Santos alimentan esos escándalos o los provocan. Uribe sirve de cortina que no deja que las miradas lleguen al gobierno de hoy.
Hasta ahora han sobrado las alabanzas y han escaseado los balances serios de la era Santos. Pero los medios no son suficientes para ocultar la realidad. Y el pueblo sí ha hecho cuentas y en las últimas encuestas las gentes muestran que no se sienten en estado de felicidad En particular, crece el número de colombianos que palpan el aumento de la seguridad, evaluación que no es producto de malquerencias sino del regreso de las vacunas, el recrudecimiento de los secuestros, los ataques armados a poblaciones y las quemas de vehículos en las carreteras.
La confianza del pueblo se deteriora y ese hecho debe ser una alerta importante para el gobierno que no puede seguir manejando los asuntos públicos con la sola prédica de que el antecesor todo lo hizo mal. Evidenciar los desastres precedentes no basta para construir un futuro bueno.
Si Uribe de verdad quisiera hacer oposición a Santos, le bastaría callar por el resto del año. Los reflectores se enderezarían hacia el gobierno actual, los problemas que tenemos, los aciertos o desaciertos de las propuesta que se formulan y los logros reales de nuestra sociedad y nuestro gobierno. Pero, Uribe no sabe guardar silencio.
P.D. Pregunta: ¿Alguna vez allá en Barcelona, España, la flamante sociedad Aguas de Barcelona habrá dejado a la población entera sin servicio de agua potable por veinte y cuatro horas consecutivas a pretexto de parada técnica?

* Docente de la Universidad del Sinú- Cartagena

hhernandez@costa.net.co

 

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