Columna


Un gobierno que termina

JORGE ENRIQUE RUMIÉ

23 de septiembre de 2011 12:00 AM

JORGE RUMIÉ

23 de septiembre de 2011 12:00 AM

Por algún motivo que desconcierta, hay una diferencia apreciable entre la favorabilidad de la alcaldesa Judith Pinedo (JP) con las diferentes instituciones públicas y privadas nacionales, versus su desfavorabilidad lamentable en las encuestas locales. Es como si existieran dos ciudades, gobernada cada una por su propia alcaldesa, donde una cumple, con indicadores y estadísticas que lo demuestran; mientras que la otra fracasa, según la percepción y sentimientos que tienen sus residentes. 
Para entender lo que estoy afirmando, nada más el pasado 29 de agosto,  la revista Semana eligió a JP como una de las mejores líderes del país, por “haber convertido a la Heroica en una de las ciudades con más avances en la lucha contra la pobreza”, y por su esfuerzo por combatir la corrupción y el clientelismo. La publicación destaca la inversión sin precedentes de su gobierno en el sector educativo y su trabajo con las comunidades.
En contrasentido con lo anterior, a los pocos días, entre el 12 y el 16 de septiembre, para ser más exactos -¡oh sorpresa!- se publicaron dos encuestas de percepción ciudadana que manifiestan otra cosa.
Mientras la encuesta de “Cartagena Cómo Vamos” opina que JP tiene una desfavorabilidad del 60%, con una calificación promedio de 2,8 sobre 5, la otra encuesta, la contratada por la Alianza de Medios (El Universal, RCN y Semana), indica que el 72% de los entrevistados expresan que la Alcaldesa no le cumplió a la ciudad.
De ahí que me pregunte: ¿por qué tanta divergencia de opinión entre Bogotá y Cartagena? Y mis reflexiones apuntan a las siguientes conclusiones:
1) Queda demostrado que la inversión pública en educación es la actividad de mayor impacto para combatir la pobreza en el largo plazo, pero políticamente no es agradecida. Con la miseria que tenemos aquí, la gente valora más las soluciones de corto plazo.
2) En consecuencia con lo anterior, todo indicaría –igualmente- que poco se aprecian en Cartagena los esfuerzos públicos por equilibrar la Hacienda, trabajar con transparencia, combatir la corrupción o el clientelismo. La relación de causalidad entre buen gobierno y progreso, no se percibe. Como me dijo una amiga: “Quique, primero viene el estómago y luego la razón”.
3) JP nunca bajó las expectativas de su mandato, incluidas las metas irreales de su Programa de Gobierno. Lo anterior propició una enorme frustración entre sus coterráneos. 
4) El atraso en Transcaribe le pasó su factura, porque la movilidad es un caos en la ciudad. Adicionalmente, su decisión de incrementar exponencialmente el Predial, la falta de tacto fiscal con la Valorización, y la nula inversión en los estratos 4, 5 y 6, le afectaron su imagen.
5) Aunque hubo un esfuerzo por comunicar sus logros y actividades, nunca le llegó a la gente. Caso contrario le sucedió con el Gobierno Nacional, pues tanto Uribe como Santos le reconocieron su esfuerzo.
Para terminar, quiero decir que me duele en el alma que un proceso político ciudadano como el de JP aterrice en la desfavorabilidad que marca hoy día en las encuestas, y no lo comparto. Pero ese será el costo que pagará ella misma por embarcarse, desde el comienzo, en el tren de su propia individualidad.
¡Cero y van dos!

*M.A. Economía, Empresario

jorgerumie@gmail.com

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