Columna


Una fe y un motor

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

20 de noviembre de 2011 12:00 AM

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

20 de noviembre de 2011 12:00 AM

Cuando el ex presidente Alfonso López Michelsen descartó el estudio de Arthur D. Little sobre el desarrollo turístico de Barú, los colombianos que lo conocían bien atribuyeron su desplante a que quien lo había contratado era el ex presidente Misael Pastrana, su antecesor. López era despectivo, pugnaz, polémico y tajante.
Duro golpe para una Cartagena que esperaba un vuelco que impidiera la saturación de sus barrios modernos. Pero no hubo de otra. Bocagrande, El Laguito y Castillogrande se saturaron, y se aplazó por treinta años un impulso que habría atajado desajustes sociales que hoy hunden a buena parte de nuestra población en la pobreza.
Ahora que fui a Barú a conocer el Royal Decamerón lamenté que la Nación hubiera cometido ese error con nosotros. Lo que vi durante las fiestas en la isla de siete mil hectáreas que deslumbró a Rodrigo de Bastidas, no lo soñamos los cartageneros de mi generación, los que nos entusiasmamos más con Mamonal que con los flujos de turistas en pos de solaz y recreación. Es viable el desarrollo turístico sin fragmentar el hábitat.
Pero, además, el Royal Decamerón es un caso singular de empresa moderna que le sirve a y se sirve de, en el mejor de los sentidos, su zona de influencia. El 90 por ciento de su planta laboral es de Pasacaballos, Ararca, Santana y Barú, o de cartageneros que emigraron en busca de ocupación para mejorar su calidad de vida. La empresa ha formado gente para eso, con instructores especializados.
El cuidado con que se planeó la construcción de un conjunto de bloques que suman 367 habitaciones, para que la vegetación no sufriera los rigores de la tala, ni mengua otras curiosidades del entorno como las rocas, las grutas y un arroyuelo caudaloso en invierno, demuestra que con responsabilidad empresarial es posible invertir y ganar sin depredar ni destruir. ¿Qué tal si le plantan al lado el muelle carbonero?
Si se tiene claro el concepto de responsabilidad empresarial, ganan los empresarios y los lugares que escogen para sus negocios: la ciudad, el departamento, la región, la provincia, el país y, si son audaces y creativos, el continente entero. El modelo Decamerón es significativo: Colombia, Panamá, El Salvador, Perú, República Dominicana. El buen servicio, el mantenimiento, el nivel de empleo, las facilidades de acceso, todo esto cumple su objetivo si la responsabilidad empresarial funciona.
No podría concluir la presente nota sin hacer dos reconocimientos. Uno, al señor Lucio García, a quien no conozco personalmente, pero que con su fe en Cartagena ha realizado los proyectos que concibió. Otro, a Rafael Varela, el gerente de aquí, el que con su buen criterio, su preparación, su sentido de la misión que le confiaron y su celo de perfeccionista intransigente, es el motor de la fe que el dueño de su empresa –pues la ama como propia– depositó en sus manos.
P. D. Bella oportunidad la que tienen nuestros tribunales de demostrar, al elaborar la terna para Contralor del Distrito, que pueden enviar nombres que garanticen la función técnica de control fiscal en nuestras entidades territoriales. Así se sacudirían el sambenito de que terminaron más politizados que los microempresarios electorales o, lo que es peor, sometidos a ellos. 

*Columnista

carvibus@yahoo.es

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