Columna


Universalismo vs relativismo

MARTHA AMOR OLAYA

23 de enero de 2012 12:00 AM

MARTHA AMOR OLAYA

23 de enero de 2012 12:00 AM

El multiculturalismo llegó a Colombia con la Constitución del 91. Hoy más de 20 años después se presentan dos casos que nos ponen a reflexionar frente a la internacionalización de tal concepto y las posturas que se tienen en el imaginario colectivo.
Por un lado está el caso del chamán que impidió que lloviera en el Campín, y por otro, el indígena arhuaco que bajo el argumento: “los arhuacos sólo engendran un hijo”, dijo que reconocería sólo a una niña de las trillizas que tuvo su mujer, y que las dos restantes eran producto de una infidelidad.
Ambas situaciones miradas desde la multiculturalidad nos ponen de frente con las dos corrientes extremas del debate sobre convivencia intercultural: el universalismo y el relativismo.
El universalismo considera que existen unos valores culturales que deben primar en una sociedad porque son “mejores” o más “adecuados” para la convivencia entre personas de distintas culturas. La crítica a esta postura va orientada hacia los peligros de una homogenización cultural, de una uniformidad que atenta contra la riqueza de lo diverso y el respeto por lo distinto. Las sospechas que se derivan de esta postura se preguntan ¿quién decide cuáles son los valores culturales más adecuados?, ¿por qué lo decide?, si es acaso una forma de dominación o de expansión colonial. Hay quienes se atreven hablar de imperialismo cultural.
De otra parte, el relativismo cultural, apela por las nociones de respeto absoluto entre las distintas culturas. Dice que cada cultura es válida en sí misma y posee coherencia interna, por tal no puede ser interpretada ni valorada por culturas externas o agentes ajenos, ya que no tendrán la capacidad de comprenderlas. Las críticas más relevantes a esta postura, van orientadas hacia aquellas prácticas culturales extremas que “atentan” contra los derechos y libertades fundamentales del hombre. Surgen preguntas como aquellas referidas a si debe permitirse la ablación del clítoris o el castigo físico en algunas sociedades, por el hecho de ser una práctica cultural.
Para el caso de Colombia, se da autonomía a los grupos étnicos, pero se obliga a respetar el derecho a la vida y están prohibidas la esclavitud y la tortura.
El escándalo suscitado por la contratación al chamán ha develado una cosmovisión ortodoxa frente a una práctica ancestral válida. Ha dado cuenta de la occidentalización de nuestro pensamiento, de la naturalización de categorías fijas y el desprecio por el discurso de la interculturalidad. Lo mismo podría deducirse cuando se tildó de ignorante al indígena que consideró el parto de trillizos como una infidelidad.
Sin embargo, el pasaje de este arhuaco nos evidencia los riesgos del relativismo cultural, ya que el respeto por tal creencia castiga “injustamente” a una mujer y sus hijos, con el rechazo que el padre asumió.
Ajustándonos a la normativa, por ser culturalmente válido, deberíamos respetarlo y no interferir.
El hecho fue que se intervino y convencieron al hombre de reconocer a sus hijos. No sabemos si está “convencido” o ha sido “coaccionado”. Si es lo primero, la “razón” se impone a la creencia, si es lo segundo la “creencia” permanece y su frustración e indignación podrían terminar en desgracia. ¿Sabemos de qué va el multiculturalismo en nuestro país? ¿Respeto por lo diverso o imposición de lo “bueno”? ¿En qué crees tú?
* Directora de la emisora UdeC Radio

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