Columna


Mañana habrá cesado el paréntesis que significaron la semana santa y la realización de la Cumbre de las Américas. Los habitantes de Cartagena, al tornar el desenvolvimiento de las diarias tareas, volverán a vivir los graves problemas que afligen a la ciudad.
Y se patentizará la necesidad de un buen gobierno y la urgencia de que el alcalde Terán Dix adopte un rumbo definido y hacia él oriente la reorganización de su equipo de gobierno y las actuaciones de la administración.
Está el Alcalde en posibilidad de volver a escoger colaboradores e imprimirle acción a su administración. Que no se engañe el Alcalde: una cosa es su inmensa popularidad que nadie discute, y otra la aceptación o aprobación de su gestión. Y ésta sí parece encogida. Por muchas que sean las alabanzas que le prodiguen los miembros de su estrecho entorno, no son suficientes para disimular el descontento, cuando no la frustración, que manifiestan grandes sectores de la población.
Por eso la recomposición de su equipo, ojalá bien extendida, puede ser un paso para recuperar confianza ciudadana. Más importante que complacer a partidos, movimientos y grupos políticos es lograr que esa enorme cantidad de ciudadanos que votaron por Terán Dix como un nuevo camino para el manejo de la cosa pública vuelva a creer. Pues muy pronto ha decaído el entusiasmo que lo llevó a la alcaldía.
Los gobernantes suelen convencerse de que con discursos, profusas declaraciones, publicidad abundante y repetición de elogios y aplausos por medios de comunicación y opinantes seducidos por gajes del poder, se construye buena opinión ciudadana. Olvidan que el verdadero diálogo de los gobernantes con la comunidad está en las prontas, serias y decididas acciones que den respuesta a las necesidades apremiantes de la comunidad y garanticen la construcción de un futuro mejor. Dialogar con la comunidad es estar atento a sus dolencias y disponer prontitud para solucionarlas, es escuchar sus justos anhelos y proponerse alcanzarlos.
Es desacertado creer que los críticos sólo están movidos por pequeños o mezquinos intereses. Son las dolencias diarias las que inspiran y guían los conceptos y aspiraciones de los gobernados. Tonto pretender aplausos de quienes perviven en un mundo de necesidades insatisfechas.
El alcalde Terán Dix está en tiempo para rectificar, para administrar bien y generar la percepción de que se tienen propósitos claros, definidos y programados sobre el hoy y el mañana de Cartagena. Muchas han sido las señalas equívocas que ha recibido la ciudadanía y más que justificada la preocupación que ella exterioriza en torno a aspectos de eficiencia e idoneidad de algunos de sus cercanos colaboradores y a la ética de otros.
Cesados los ajetreos que los eventos internacionales de esta semana impusieron, el Alcalde tendrá tiempo para un buen examen de la situación y admitir que, como va su administración, la Cartagena que recibió corre el riesgo de empeorar.
Por fortuna, tiene el Alcalde un largo término por delante y no le será difícil, si se lo propone, reconquistar el decidido apoyo ciudadano para las tareas y programas que consulten el bien común, y para las decisiones que disipen los conceptos de improvisación y retribución de favores electorales.


Abogado – Docente de la Universidad del Sinú - Cartagena

h.hernandez@hernandezypereira.com


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