La publicación de información confidencial del Departamento de Estado de EE.UU. por parte de cinco diarios de renombre (The New York Times, The Guardian, Le Monde, Der Spiegel y El País), quienes la reciben de Wikileaks, tiene en dificultades al Gobierno de ese país, al quedar al descubierto lo que se piensa en Washington sobre algunos líderes mundiales y los métodos que podría utilizar para lograr sus objetivos ecuménicos.
El revuelo causado por la revelación de la correspondencia del Departamento de Estado, hecha pública por hackers, cuyo propósito es dar a conocer información clasificada, debilita el poder de la diplomacia norteamericana, a la vez que le plantea a las sociedades modernas retos enormes en su información.
Todo poder consiste en desplegar acciones para dirigir y orientar el comportamiento de un sujeto (contraparte), induciéndolo –u obligándolo- a favorecer con su conducta intereses distintos a los suyos. Un Estado tiene poder cuando logra condicionar la actuación de sus pares, haciendo que los demás se plieguen y alineen con sus políticas y propósitos (Foucault, El sujeto y el poder). El ejercicio del poder pasa por la implementación de medidas para controlar las acciones del adversario; la vigilancia del otro, la posesión de información, el monopolio de la fuerza y la construcción de una “verdad” propia, han sido factores de poder a lo largo de la historia.
La divulgación de los cables diplomáticos puede afectar la política exterior de EE.UU., porque un poder pierde eficacia cuando salen a la luz pública los móviles egoístas que animan a quienes lo ejercen, y las estrategias non sanctas con que alcanza los objetivos que se traza. Cuando esto se conoce, el ejercicio del poder se torna predecible y poco efectivo. Es por eso que toda estructura de poder se rehúsa a revelar por completo sus secretos.
Es posible que muchos países decidan disminuir el flujo de información que solían suministrarle a la potencia del norte. En este caso se le hará más difícil a EE.UU. mantener las condiciones que obligan a Pakistán a colaborar en la guerra de Afganistán; controlar el uso que Irán hace de sus armas nucleares; y enterarse con antelación de las movidas de Rusia en el Cáucaso, para citar solo unos ejemplos.
Además, es contraproducente que en las sociedades modernas todo hecho o expresión se presente de inmediato como noticia. El riesgo de publicar todo sin previa evaluación, sin reparar en la relevancia, actualidad y riesgo que pueda generar su contenido, puede conducir a la desinformación absoluta. Reconforta que hasta el momento Wikileaks haya utilizado para la difusión de la información la ayuda de medios prestigiosos, que con criterios periodísticos y éticos han seleccionado y editado la información publicada.
Por ahora los datos revelados han servido de contrapeso al poder mundial de EE.UU., lo que le ha generado a Wikileaks cierta simpatía entre la gente del común. Pero, ¿qué ocurriría si en vez de publicarse los secretos de gobiernos poderosos se hicieran públicas las actuaciones, creencias y razonamientos de los miembros de un conglomerado social? Sin duda, se afectaría un pilar fundamental de las democracias modernas: la dosis de intimidad y secreto que reclaman para sí los individuos de una comunidad.
*Abogado y Filósofo
tiradojorge@hotmail.com
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