Columna


Y ahora verano

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

11 de agosto de 2012 12:00 AM

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

11 de agosto de 2012 12:00 AM

En este país se nos emborrachó la naturaleza. Perdimos el equilibrio y la tranquilidad. Los excesos nos dominan. Después de dos temporadas de lluvias desmedidas y dañinas, ahora comienza un fandango de sequía que le podemos atribuir al presidente Santos, para   practicar el deporte nacional de responsabilizarlo de todo lo adverso. Así tenga sólo alguna culpa.
Los meteorólogos del IDEAM se prodigan en sesudos comentarios sobre este fenómeno, y con pose de modernos augures anuncian desastres, hambrunas y pobreza. Sus proverbiales errores nos alientan a creer que no será así, que se han vuelto a equivocar.
Con los veranos sucede que, por lo general el que se padece, dizque es más duro que los anteriores. Borges afirmaba que el tiempo es una copia despedazada de la eternidad. Quien ha visto el presente ha mirado todo. Lo ocurrido en el pasado y lo que ocurrirá en el porvenir.
Leandro Díaz, otro ciego grande, tiene en su genialidad la ternura y armonía, pero especialmente la precisión del otro invidente, orfebre de la palabra y déspota de la expresión.
La más tierna metáfora: cuando esa hembra camina hasta sonríe la sabana. Y que además la haga un ciego para renovar con la primavera, prometeicamente, la esperanza y el renacer de gentes y regiones. Entusiasmo que algo ayuda en días de desaliento. 
La necesaria insensatez de esperar el futuro, donde aspiramos a estar, pese a saber qué será de una crueldad mezquina, nos obliga a hacer lo posible por entrar con ilusiones a tan difícil proceso.
El hombre se suma a los animales para recibir resignado los cambios de la naturaleza. Nadie canta ese momento mejor que Leandro.
El país no ve los campos, ni sus paisajes y sus cambios, sino a través de las gentes famélicas que llegan a las ciudades a transmitir sus lamentos y penurias. Contra una sequía extrema no hay irrigación artificial que valga, ni río que no se seque.
El verano también se asocia con la mala situación personal y los peores resultados económicos colectivos. El verano que padece este país no es exótico. Las aspiraciones de progreso y crecimiento se apagan. Las endebles empresas de nuestro subdesarrollo, lleno de adversidades y mercados contraídos, no están solas en su desgracia. Muchas multinacionales poderosas con tradición de eficacia arrojan resultados de verano. El verano parece ser fenómeno universal. Los índices del Nasdaq y Dow Jones, y los de la Unión Europea, convirtieron al ciego juglar en gestor del desarrollo. Después del épico relato de otro poeta invidente, los dioses se entrometen en las disputas de los mortales.  
Se pueden reducir a cero los intereses (acabando con el ahorro) para incrementar la producción, como proponen los PHD en fórmula simplista, pero vamos a tener que buscar un brujo para superar la “enveranada”.
Si la díscola Niña trajo inundaciones, la sequía se identifica con un muchacho antipático que quiere llevarnos a la sed sofocante que padeció Tántalo, la que tanto atormentó a Cristo en su crucifixión.
Con el Almanaque Bristol en la mano los abuelos intentaban precisar el final del verano. Hoy con rezos y supersticiones algunos combatirán una larga sequía y pobreza que se nos viene encima.
A esta desgracia sólo la superaría una ira de Dios, y la ratificación de algunos ministros.

*Abogado, Ex Gobernador de Bolívar y Ex parlamentario.

augustobeltran@yahoo.com

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