Columna


Y las querían envenenar

RODOLFO DE LA VEGA

12 de mayo de 2012 12:00 AM

RODOLFO DE LA VEGA

12 de mayo de 2012 12:00 AM

El martes 17 de abril todo el país se alarmó con la noticia de que un grupo de seis niñas, de entre 8 y 9 años, alumnas del colegio municipal La Arboleda, en Facatativá (Cundinamarca), se habían confabulado para envenenar a la coordinadora del tercero de primaria, a quien consideraban como demasiado exigente.
Afortunadamente una de las alumnas se arrepintió a última hora y denunció el plan. Lo acordado era disolver unas pastillas que ya habían comprado en una droguería, en un vaso con yogur. Toda la prensa hablada, escrita y televisada, se ocupó del macabro proyecto, felizmente abortado. Inicialmente se dijo que eran seis las niñas, pero más tarde algunos medios informaron que sólo eran tres, de las cuales una se arrepintió y, gracias a su denuncia evitó que se llevara a cabo el malvado proyecto. Lo que no se ha podido saber es en qué consisten las pastillas supuestamente letales que iban a disolver en yogur. Es muy probable que el mejunje proyectado no resultara tan tóxico como se imaginaron. Entrevistada doña Dolly Estela Caicedo, rectora del Colegio, trató por todos los medios de restar importancia a lo ocurrido calificándolo como una pilatuna. Dijo: “todo empezó como un juego de niñas, no fue un hecho mal intencionado. Ellas nunca dimensionaron la magnitud del problema, y menos, pensaron en un crimen”. En su declaración dejó ver que las niñas  comprometidas, a quienes sus padres retiraron del plantel, podrían regresar al mismo colegio.
Es cierto que por regla general, cuando se trata de hacer beber un preparado desconocido, la mente humana apunta al envenenamiento, aunque sólo se trate de un simple purgante.
En todo caso, esa historia de disolver un sólido en un líquido (agua, leche, jugo de frutas, etc.) para hacérselo beber a otros, induce a pensar en un envenenamiento.
Hace algunos años un grupo de facinerosos se introdujo en un convento de monjas en las afueras de una ciudad colombiana. Los maleantes se robaron todo lo que encontraron a mano y que se suponía, podrían vender fácilmente. Mientras saqueaban la propiedad, dos de ellos mantenían a raya a las monjas con armas de fuego. Por medio de amenazas los hampones lograron que sólo después de una hora de su partida, las monjas dieran aviso a la policía.
Llegaron varios miembros de la fuerza policial, quienes comenzaron por evaluar el monto del robo. Las monjas colaboraron en lo que podían. Seguidamente enfocaron la investigación a tratar de identificar a los autores. Uno era alto, delgado y moreno, al parecer, hablaba como costeño. Otro era blanco de estatura mediana, robusto. Este último, según la Madre Superiora, hablaba como paisa. Mientras el comandante del grupo policial interrogaba a la Madre Superiora, la hermana Luisa, una monjita joven, decía: “y nos querían envenenar”. La Madre Superiora proseguía su relato con lujo de detalles y la hermana Luisa insistía: “y nos querían envenenar”. ¿Cuál de ellos era el jefe? La Madre Superiora informó que quien daba las órdenes era el paisano. Luisa insistía…; “y nos querían envenenar”. Finalmente el policía preguntó: ¿Por qué dice usted que las querían envenenar? La hermana Luisa aseguró haber oído cómo el moreno proponía al paisa: “antes de irnos echémosles un polvito”.

*Asesor Portuario

maalvarez@sprc.com.co

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