Columna


“Yo no fui”

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

03 de julio de 2012 12:00 AM

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

03 de julio de 2012 12:00 AM

La sabiduría, que en las esferas del poder tendría que ser definida, como el ejercicio del juicio actuando con base en la experiencia, el sentido común y la información disponible, ha resultado inverosímilmente frustrante.
Sólo a instancias de tan desapacible premisa pueden ser justificadas tantas conductas irracionales y peligrosas. El caballo de madera introducido estúpidamente dentro de las fabuladas murallas de Troya; o las trampas baratas que hicieron sucumbir al formidable ejercito de Moctezuma frente a un puñado de extranjeros codiciosos; o las recurrentes torpezas de Napoleón o Hitler a propósito de sus frustradas invasiones a Rusia. La insensatez, ese peligro universal e intemporal, parece cercar a los gobernantes.
Los trucos arteros de Nixon, los eróticos combates de Clinton, y los escarceos puteriles de Berlusconi, apenas parecen divertidas contravenciones menores.
Cada día tiene más aceptación aquello de reducir la inmoralidad a sus justas proporciones, que rechazábamos como tonta reflexión de un expresidente que conocía la actividad y las gentes que la ejercen.
Hoy los más importantes jerarcas de los tres poderes públicos han brindado un espectáculo triste. Magistrados de las altas cortes intercambian periodos de poder omnímodo por articulaciones sospechosas. En la democracia de los griegos se llegó a “agradecer” servicios y liderazgos con el ostracismo. Ahora tampoco nos conformamos con reemplazarlos, cambiando políticas y programas.
Los hacedores de leyes persiguen canonjías con un “do ut des” desfachatado. El ejecutivo conspira y manipula. El mercado del poder se tragó ideales y normas fundamentales. Se distrae con anuncios de obras redentoras, mientras divulgan una especie de catálogo de postulados morales. No se sienten medidas concretas acordes con lo dicho. Menos aún acciones preventivas. Nadie cree en la soñada pedagogía del decoro que tanto ponderan en elegantes salones de la metrópolis.   
Un Wall Street de rápidas transacciones aseguró imposibles privilegios y beneficios indelicados. La retorica oficial contrastó con mañosos subterfugios, trampas y argucias. Esto no es nuevo. Viene desde siempre, pero sin exculpaciones increíbles como sucede hoy.
Hemos venido siendo compasivos con la burocracia y sus vicios aparentemente incorregibles, en especial con su tozudez y falta de imaginación. Pero no estábamos preparados para vivir un desaforado festín con instituciones y principios. ¿O tal vez sí?
Este nuevo escándalo dura mientras viene otro. Se deterioraron por igual los tres poderes que sirven de soporte al Estado. Abortar la diabólica criatura que engendraron la ambición y la estupidez, parece ser el único punto en el orden del día. El infantil cántico del “yo no fui”, da dolor pero no convence.
No habrá responsables ni castigos, tal vez porque no hay gentes del Caribe involucradas en el “hechurón”. Si hubiese algún costeño en esa constelación de dioses, voces jupiterinas reclamarían investigaciones exhaustivas y condenas ejemplarizantes.
Las carambolas de tres bandas tienen esos riesgos, y “en más de una ocasión las cosas salen como no se espera”.

*Abogado, Ex Gobernador de Bolívar y Ex parlamentario.

augustobeltran@yahoo.com

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